Diana Acosta: Ecuador al garete

Al final somos nosotros los que nos pondremos la soga en el cuello. ¡Votemos con conciencia!
Si el Ecuador fuera una computadora estaría inhibida, porque sus funciones no trabajan apropiadamente. Una computadora con su disco duro arruinado, sin procesar ni entregar las respuestas pertinentes a cada requerimiento.
Lastimosamente, así está toda la nación: las instituciones del Estado viven en caos constante, cometen errores, generan escándalos, incumplen la ley y las normas, sin el más mínimo decoro, salvo honrosas excepciones que confirman la regla.
Varios sectores estratégicos del país están afectados. El económico, en crisis de magnitud, con déficit y sobreendeudamiento galopante.
La seguridad social en harapos por el abandono de las autoridades económicas, que lo tienen postrado e ilíquido, forzándolo a incumplir con sus obligaciones básicas.
El energético, tremendamente comprometido, pujando por abastecer la demanda eléctrica nacional. Si no fuera por el salvavidas que nos echó Colombia estuviéramos en tinieblas por el descuido de las plantas de generación termoeléctrica, que nos ha sumido en esta profunda crisis.
En seguridad estamos abandonados, sin que hasta ahora las autoridades tomen el control de la situación.
El Poder Judicial afectado por pugnas con su ente regulador, del cual recientemente dos de sus miembros fueron destituidos por actos reñidos con la ley.
El proceso reciente para el nombramiento de contralor, repleto de alborotos, reclamos y amenazas de suspensión, sin mencionar que estamos sin Asamblea hace rato por la declaratoria de muerte cruzada.
Por donde miramos sale pus en este país abandonado, sin que haya nadie que lo ponga en orden.
Estamos viviendo en modo automático, esperando el desenlace de las elecciones presidenciales, donde quien llegue al sillón presidencial tendrá que tomar decisiones firmes para retomar el control y corregir el rumbo de un barco que está al garete por la pésima administración del gobierno de turno.
Elijamos bien en el balotaje para luego no quejarnos de por qué nos va tan mal, como nos pasó hace dos años. Al final somos nosotros los que nos pondremos la soga en el cuello. ¡Votemos con conciencia!