Diana Acosta-Feldman | Deschavetado

Me causó sorpresa escuchar a un vocal del CNE decir que regular el uso de los teléfonos al momento de votar “es una opción que se puede decidir en el Pleno del CNE”. Lo primero que se me vino a la cabeza fue pensar ¿y bajo qué fundamento legal y constitucional van a prohibir que alguien lleve su celular al momento de sufragar?

Ningún militar, policía y peor cualquier delegado puede quitarnos o retenernos algún artículo de nuestra propiedad sin orden judicial expresa. Pretender despojarnos de celulares, ‘walkie talkies’, o de cualquier otro artilugio electrónico al momento de ingresar al recinto electoral, se constituiría en una violación a varios de nuestros derechos y garantías constitucionales, entre ellos, el del libre desarrollo de mi personalidad, sin más limitaciones que los derechos de los demás, pues a nadie afectamos cuando le tomamos una foto a nuestro voto; el derecho que tenemos a opinar y expresar nuestros pensamientos libremente, en todas sus formas y manifestaciones; el derecho al uso y goce de mi propiedad, no lo puede restringir cualquier organismo y menos uno totalmente deslegitimado como el que esbozó semejante cantinflada.

¿Qué pasará con los medios de comunicación que trasmiten en vivo la imagen del voto de ciertos funcionarios? ¿Van a prohibirles también la entrada o los periodistas solo podrán entrar sin cámaras?

Más allá del tema constitucional y de que ninguna persona pueda ser obligada a hacer algo prohibido o a dejar de hacer algo no prohibido por la ley, está el tema de la seguridad, pues a algunos les toca votar en el fin del mundo y caminar varios kilómetros hasta llegar al sitio de votación. ¿Cómo harían entonces para comunicarse luego de sufragar y dar señales de vida a su familia? El celular es una herramienta extremadamente útil y en nuestra época, imprescindible.

Nadie nos puede prohibir y muchos menos este CNE deslegitimado, que llevemos el celular al recinto electoral para tomarle una foto al voto; cualquier propuesta alrededor de esto constituye una verdadera afrenta a la razón. Están verdaderamente deschavetados.