Diana Acosta-Feldman | Justicia podrida
Que los delincuentes confesos canten sus culpas no implica una reparación a la sociedad
Los obscuros secretos a voces revelados por los delincuentes procesados por el caso Metástasis evidencian lo que ya todos sospechábamos: que la Justicia en Ecuador está podrida. ¡Gran novedad!
Repugna e indigna escuchar el relato de los delincuentes confesos sobre cómo la justicia, a cambio de favores, se sometía a los designios de la corrupción. ¡Nefasto! Pero todos ya sospechábamos que la justicia estaba secuestrada por altos poderes como el del dinero, para desde ciertos despachos judiciales fallar a favor de los intereses de actos de grupos delictivos. Burdo, grosero y podrido califican fehacientemente el estado calamitoso de la justicia en el Ecuador.
El caso Metástasis, a pesar de su gravedad, no ha tenido el impacto necesario para llevarnos a una depuración profunda y contundente de nuestro sistema judicial. No podemos quedarnos únicamente en conocer la realidad asquerosa de la justicia en el Ecuador, sin que se tomen las medidas correctivas que la importancia del caso demanda.
Lo que la sociedad espera es que estos delincuentes confesos canten como pavos esperando su Navidad, para que caigan los peces gordos, las cabezas, los padrinos que mueves los hilos de la delincuencia, esos que hasta ahora se juran intocables. Pero no, hasta ahora los delincuentes confesos solo cantaron lo que les convenía.
Que los delincuentes confesos canten sus culpas no implica una reparación a la sociedad, pues lo que esperábamos era que esos delincuentes den pruebas contundentes que muestren todas las estructuras que se lucraron de la justicia, hasta llegar a esos peces gordos que continúan sosegados, cubiertos con su manto de impunidad.
El caso metástasis es solo uno de los grandes casos perseguidos por la Fiscalía. La tarea no estará concluida hasta que caigan las cabezas y no simplemente sus mandos medios. De esa forma se enviará un mensaje claro a todos quienes pretendan torcer la justicia a su favor, que nadie está por encima de la ley, se trate de quien se trate, para atender lo que la sociedad se sigue preguntando: ¿para cuándo los peces gordos intocables?