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Diana Acosta-Feldman | ¿De dónde pecata mía?

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La corrupción enquistada en el Estado no es novedad, pero la pregunta que nos hacíamos era: ¿hasta cuándo tanta impunidad?

El megaoperativo Metástasis liderado por la fiscal Diana Salazar es sin duda un hecho sin precedentes en el país, que deja un mensaje potente: irá con todo tras los corruptos. Desde luego, aún faltan algunos intocables expresidentes, políticos y pseudoempresarios, pero es un buen comienzo.

Sabemos que la corrupción es un cáncer que se ha tomado el país, vivimos en un narcoestado, con una descomposición estructural que nos ha llevado a ser uno de los tres países del hemisferio con la tasa más alta de homicidios.

Es inaceptable que seamos los más corruptos, que no tengamos un sistema judicial intachable, que padezcamos sin luz, ni medicinas porque un grupo de delincuentes organizados decidieron robarse el dinero de los ecuatorianos y vivir en mansiones a nombre de testaferros.

La corrupción enquistada en el Estado no es novedad, pero la pregunta que nos hacíamos era: ¿hasta cuándo tanta impunidad?

El megaoperativo Metástasis nos da esperanza de que los días de impunidad podrían a llegar a su fin y que el dinero sucio no lo compra todo.

Tenemos esperanza en que la valiente fiscal ahora vaya tras todos los peces gordos del sector público, eléctricas, petroleras, aduanas; tras los que amarran millonarios contratos de seguros con el Estado; y para ello es fundamental que la Asamblea apruebe una enérgica Ley de Extinción de Dominio para los delincuentes, que abarque a sus familias y testaferros que disfrutan de los bienes mal habidos, pues lo que más les duele a los corruptos no es que los metan presos, ya que adentro viven como reyes; lo que les duele es que les quiten su dinero mal habido y hacia allá deben apuntar las autoridades.

El jaque que dio la fiscal a los corruptos no será mate hasta que no les quiten sus bienes mal habidos y para ello el nuevo contralor y la UAFE serán fundamentales haciendo un examen especial a los patrimonios de todos los funcionarios, para identificar a quiénes no les coinciden sus ingresos con sus bienes (enriquecimiento ilícito), y poder darles el mate, pues “sacristán que vende cera sin tener cerería, de dónde pecata mía, si no es de la sacristía”.