Eduardo Carmigniani: Abogánsteres
La indebida reserva legal sobre el nombre de los sancionados no impide decir cuántas sanciones de suspensión se ha impuesto
El editorial central de este Diario, del 26 de enero de 2025, instó a que los colegios profesionales sancionen a quienes deshonran la profesión de abogado, y a que la ciudadanía los censure con desdén social. Se refería, de frente y en específico, a quienes ya no solo defienden al narcotráfico y la mafia sino que, bajo el cobijo del título, han resultado aspaventosos criminales. Se los denominó, asimismo de frente, abogánsteres, ejemplo de lo cual, agrego yo, es ese fulano que publicaba sus fotos con armas de grueso calibre y luego terminó asesinado.
Pero en lugar de hacer ‘mea culpa’, entendiendo al menos el rol que corresponde a una asociación gremial que pretenda dignificar la profesión (y no ser solo centro de promoción futbolística), el presidente del Colegio de Abogados del Guayas ha expresado su “enérgica protesta” por lo que considera una indebida “generalización”, agregando que “es indudable que existen muchos más buenos profesionales que los malos profesionales”. Desconozco su estándar de los “malos”, pero asumo que entre ellos no incluye a uno de sus directores, el juez Orlando Tito, quien hace poco pretendió esquilmar, desnaturalizando una acción de protección, con USD 20 millones a la CFN.
Al margen de otras vacuidades de la “enérgica protesta”, el cierre es de campeonato: dice que “Los abogados tienen jueces naturales, que son los tribunales de Honor”. Mas si se revisa la lista de sus integrantes se constata que está plagada de desconocidos -y de al menos un descalificado bien conocido- en lugar de abogados independientes y notoriamente probos, lo que de entrada levanta la sospecha de si están ejerciendo su tarea. La indebida reserva legal sobre el nombre de los sancionados no impide decir cuántas sanciones de suspensión se ha impuesto los últimos años. Al menos para fines estadísticos. El silencio sobre esto es clamoroso.
Todo es engañifa. La melindrosa defensa gremial encubre un grave problema de fondo: quienquiera se presenta como dizque abogado en el paisito, hasta con título de universidad de garaje, sin examen previo alguno.