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Eduardo Carmigniani: Jueces con capitoste

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El crimen organizado tendrá puerta mucho más abierta para poner jueces propios, por la vía de financiar sus campañas

El Senado mexicano acaba de aprobar, este 11 de septiembre, una reforma a la Constitución que elimina que los jueces de la Suprema Corte sean nombrados por propuesta del Ejecutivo y anuencia del Legislativo. La reforma crea un sistema de elección popular, no solo para los más altos magistrados sino para la totalidad de jueces inferiores en asuntos federales (alrededor de 2.000). Siendo México federal, para que la reforma quede aprobada se requiere aún la aceptación de la mayoría de los Congresos estatales (17 de 32). Pero teniendo el partido gobernante mayoría en esas legislaturas, todo apunta a que la reforma terminará pasando.

Para la Suprema Corte la propuesta implica que sus nueve magistrados pasen a ser elegidos por voto popular, de entre una lista de treinta propuesta (diez cada uno) por los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Para promocionarse los candidatos tendrían derecho de acceso a radio y televisión con distribución de tiempo igualitaria, quedando prohibida -para evitar “financiamiento ilegal”, se dice- la contratación directa o indirecta de espacios de promoción, así como el proselitismo de los partidos políticos, a favor o en contra de candidatura alguna. 

Semejante adefesio, perdóneseme la franqueza.

José Ramón Cossío Díaz, exministro de la Suprema Corte mexicana, resumió el problema en columna publicada el pasado lunes 9 en El País: “No se han dado cuenta de que los juzgadores que pretendan ser electos o reelectos, tienen que construir sus propias bases electorales, jugar sus propios juegos políticos y satisfacer sus propios intereses y los de sus patrocinadores”. Amables palabras que traduzco: el crimen organizado tendrá puerta mucho más abierta para poner jueces propios, por la vía de financiar sus campañas, por más que hipócritamente se diga que quedará prohibido el “financiamiento ilegal”. Cada juez tendrá capitoste.

Visto está entonces que siempre se puede estar peor. Si aquí en el paisito no es para nada nuevo el detestable problema de jueces con dueño -hoy empeorado por la farsa de concursos en los que postulantes y evaluadores suelen ser notorios descalificados, con lo que queda redondeado el sainete- no hemos llegado al esperpento de la elección popular. Pero sí tenemos similar mal ejemplo con una, digamos, prima hermana: la ridiculez esa del Consejo de Participación Ciudadana, que en verdad debe desaparecer, empeorada con la elección popular de sus miembros.

Veámonos en esos espejos.