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Eduardo Carmigniani: El ‘juez’ Inga y el Joker

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Él forma parte de la comparsa en que se ha convertido la administración de ‘justicia’ en el paisito

Ni la genialidad de Brian De Palma sobre el Chicago de los años 30 (Los Intocables, 1987) permitió al mismísimo Al Capone faltar el respeto a la corte en la que era juzgado, al punto de que los alguaciles lo sacaron a rastras de la sala cuando pretendió incidentar la audiencia luego de ser sentenciado. Pero el señor Julio Inga, quien calienta la silla como si fuese juez en la Corte Nacional, no está entre los magistrados que -al menos en lo formal- hacen respetar su investidura. Él forma parte de la comparsa en que se ha convertido la administración de ‘justicia’ en el paisito.

Solo así se explica que hace pocos días haya sido espectador impasible del espectáculo vocinglero que en audiencia por él presidida armó el impresentable Wilman Terán, quien hasta se atrevió a pasearse por el salón a grito pelado. Lo permitió no obstante las clarísimas facultades que hasta según el sentido común, no se diga la ley, tiene todo juez para poner orden en la sala.

Pero dejemos a un lado el sentido común y veamos solo a la ley. Para el señor Inga es letra muerta que el Código de la Función Judicial lo faculte a rechazar “los incidentes de cualquier clase, que se formulen dentro del juicio que conocen, con manifiesto abuso del derecho o evidente fraude a la ley, o con notorio propósito de retardar la resolución o su ejecución”. O a rechazar de plano “las exposiciones injuriosas, ofensivas o provocativas, sin perjuicio de la respectiva sanción” (art. 130, 13º). También es letra muerta la facultad de “Expulsar de las actuaciones judiciales a quienes alteren su desarrollo o atenten contra su legal evolución… …sin perjuicio de las acciones penales a que hubiere lugar si el hecho constituyera contravención o delito” (art. 131, 2º), para lo cual también tienen, quienes sí deciden actuar como jueces, la facultad de “Remitir los antecedentes a la Fiscalía General, si estimaren que la resistencia a la orden judicial pueda encuadrar en infracción penal” (art. 132, 2º).

Esto no puede quedarse en que a un payasito como Terán -que hasta puede resultarle gracioso a algún despistado- al final del día nadie lo tome en serio. El tema rebasa lo meramente circense de Terán como rey de burlas. Lo de fondo es que claramente el señor Inga no tiene actitud o aptitud para ser juez. No digo que sea el único. Pero pusilanimidades como la de él resultan vergonzantes e intolerables. Si algo tuviese de dignidad debiera renunciar de inmediato, más allá de que sus días estén contados por otras causas.