Fausto Ortiz: Año bisiesto
Partimos de una idea preconcebida, los gastos son muy rígidos. En realidad, son solo pocos grupos de gasto
Hoy termina el 2023 y cada persona es una historia diferente. Cada quien lo calificará de acuerdo a cómo le haya ido en lo personal o empresarial. Para la medianoche estaremos quemándolo y deseando que el que está por llegar sea mejor que el que finaliza. Brindaremos por los que se fueron y por los que llegaron, y por aprender de los errores que hayamos cometido. Terminaremos unidos en un abrazo deseándonos lo mejor y pidiendo a Dios paz, seguridad y, seguramente el Ministro de Finanzas agregará “financiamiento” en sus plegarias.
Los casi 40 días del nuevo gobierno no han sido fáciles, les ha tocado aprender al andar. Cada día sin poder gastar lo que hubieran esperado, debe desesperar. Recursos para seguridad, vialidad, salud, seguridad social y todas las urgencias, incluida la nómina, no han abundado. Si cada día les ha parecido complicado para operar el presupuesto del Estado, el año que está por empezar viene con uno más.
Debemos pedir que el año bisiesto que viene nos trate bien. Los dos anteriores nos complicaron en extremo. En el actual debemos romper la racha y enfrentarlo de manera positiva, conocer los planes y arrimar el hombro. De nosotros depende.
Los resultados con los que cerró el año en materia fiscal serán muy similares a los que se deberán enfrentar en el siguiente. Por algún tiempo más nuestros ingresos no cubrirán los gastos.
Debemos poner en la balanza la disminución de subsidio de combustibles (focalización para que duela menos) o aumento de Impuestos (IVA para que paguen más). Claramente la opción debe ir por la focalización para cuidar a las personas que tienen menos y evitar que la carga de impuestos nos frene la posibilidad de retomar una senda de crecimiento, generación de empleo y ojalá mejora en seguridad.
En esta parte siempre se escucha: RECORTA EL GASTO, y hay abundante evidencia de que incluso a los que más fuerte lo gritaban se les complicó hacerlo.
El camino argentino será interesante analizarlo para sacar algunas conclusiones.
Partimos de una idea preconcebida, los gastos son muy rígidos. En realidad, son solo pocos grupos de gasto. Este 2024, la nómina superará los $ 10.000 millones (M), los intereses de deuda pública se ubicarán arriba de $3.500M y el 40 % de jubilaciones de la seguridad social asumidas por el Estado debería superar los $3.000M anuales. Hasta ahí se nos acabaron los $16.000M de impuestos para atender los gastos permanentes, dejando por fuera más de $1.300M de bonos sociales y $2.000M de bienes y servicios de consumo (yo les digo agua, luz, teléfono y papelería del sector público) que se financian con otros ingresos corrientes (al menos eso uno espera). Al petróleo y deuda les corresponde financiar las transferencias a los GAD, que se mantendrán en $3.300M en 2024, más lo que quiera el régimen destinar a obra pública, que con seguridad superará los tristes $1.100M del presente año.
Repetiremos en 2024 un déficit fiscal superior a los $5.000 millones y desde pasado mañana empezará la dura tarea de identificar financiamiento en multilaterales, principalmente, ya que la opción de mercados de bonos permanecerá cerrada, aunque tumben a la mitad el actual riesgo país, que con muchas ganas no los veo.