Fausto Ortiz: Pobreza extrema
La pelea a librar por los gobiernos es contra la inseguridad, contra la falta de empleo, contra la pobreza extrema
De acuerdo a cifras del INEC, en el año 2006 para ser considerado pobre, los ingresos por persona debían ubicarse por debajo de US$ 56,64 y si éstos eran menores a US$ 31,92 ya caía en la definición de pobreza extrema.
Estadísticamente, la línea de pobreza se mantiene a lo largo del tiempo y lo que se va ajustando es su valor nominal conforme va transcurriendo el tiempo y la inflación va ‘haciendo’ su trabajo.
Al mes de junio de 2024, a una persona se la considera pobre si percibe un ingreso familiar per cápita menor a UD$ 91,55 mensuales, y se lo considerará pobre extremo si su ingreso mensual es inferior a US$ 51,60. En Ecuador, con los últimos datos disponibles, el 10,6 % de la población total se encuentra en pobreza extrema; 1,6 puntos mejor que lo registrado en diciembre de 2012, pero 2,2 puntos arriba del buen momento vivido de 2013 a 2019 previo a la pandemia. La mejora, tanto de la pobreza extrema como la pobreza por ingresos se detuvo al finalizar 2014 y desde allí hasta antes de la pandemia, que deterioró indicadores, ha representado más de una década perdida en la tarea de mejorar este importante indicador social. La población en situación de pobreza en diciembre de 2013 (25,6 %) es prácticamente la misma que en junio de 2024 (25,5%). Este estancamiento es algo similar a lo que nos han mostrado otros indicadores que los hemos comentado en esta columna, como son el empleo pleno y los ingresos tributarios, que prácticamente no se han movido cerca de 14 años.
En 2010 las estadísticas del INEC ubicaban como pobre a uno de cada tres ecuatorianos. Diciembre de 2017 registró el mejor indicador, cuando cerca de uno de cada cinco ciudadanos se ubicaban bajo la línea de pobreza. En la actualidad nos encontramos entre ambos umbrales. Uno de cada cuatro ciudadanos se lo reporta como pobre y uno de cada diez vive en pobreza extrema.
Estos indicadores de pobreza nos son de los más visibles. Tampoco el de desigualdad, que incluso es algo más complejo de entender para muchos.
La pelea a librar por los gobiernos es contra la inseguridad, contra la falta de empleo, contra la pobreza extrema y la pobreza en general. No es solo redistribución, no nos sirve estar estancados como nos encontramos hace más de una década e insistir solamente en la redistribución. El énfasis debe ser el crecimiento, el empleo, el combate a la pobreza también como una herramienta para luchar contra la inseguridad. Medio complicado se nos ha hecho mientras nuestra clase política lo rompe todo al tratar de llevar más a su molino.
De estos temas seguramente la población también quiere escuchar. Algo complicado debe ser y quizás no sirva para ganar campañas presidenciales. “Subiré precio de combustibles para que esa mejora de ingresos vaya a focalizar subsidios y atender programas sociales que disminuyan pobreza” no es exactamente una frase vendedora. Cómo creerlo a quienes, para ganar una campaña presidencial, pareciera que les han dicho que mentir, mentir y mentir es la ruta a seguir. En una semana empieza la campaña, y aprovecharé para ir documentando qué tan creíbles o insólitas serán las propuestas mientras nos cuesta reconocer a la pobreza, que estando tan cerca no la queremos ver.