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Fausto Ortiz: Vía estatal

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No se les ocurrió mejor cosa que recortar el gasto de capital, cuando lo correcto era luchar contra el gasto corriente en exceso

Hace algunos años me tocó viajar a Riobamba por un tema familiar. La carretera en la costa, bastante buena, supongo gracias a los peajes que se cancelan para su mantenimiento. Cambiando de provincia, inmediatamente el carro y el cuerpo empiezan a sufrir ya que a pesar de que buena parte de la vía es de hormigón, es hoy una sucesión interminable de cráteres. En alguna parte se lee “camino inestable” y se pierde el hormigón para aparecer un camino de tierra y montañas derrumbadas. Justo en esa parte se ven los letreros “Vía Estatal”, como para que sepamos claramente a quién reclamarle. No es un problema de tal municipio o prefectura, es una obra que debe atenderla el Gobierno Central, pero permanece deteriorada.

Volví a viajar, esta vez hasta Ambato por una charla sobre economía a una cooperativa local y no había pasado nada, Guayas seguía con buena carretera, hubiera esperado algunos tramos que fueran ampliados, pero los dos carriles sirven. Pasando Bucay empieza la tortura para el vehículo. Supongo que los conductores que la transitan a diario se conocen los huecos de memoria y los pueden sortear. Los mismos letreros de “Vía Estatal” de años atrás y quizás lo único diferente es que los niños que tiran agua o rellenan con tierra los huecos a cambio de unas monedas han crecido.

Si las autoridades se movilizaran en sus propios vehículos harían algo al respecto por las vías y pelearían por un adecuado presupuesto para hacer el oportuno mantenimiento, o al menos, se esforzarían por exponer a las comunidades sobre las bondades de contar con una adecuada concesión que permita una vía que no nos aleje la idea de hacer turismo nacional. Un par de peajes no sería un mal negocio, y ubicarlos estratégicamente para no afectar a los locales en su movilización diaria y cotidiana sería mucho mejor. Las condiciones del clima en la cordillera seguramente son mucho más complejas que en otras y demandarían un costo mayor que los peajes tradicionales; podría ser, pero se debe encontrar un esquema que aplique para esa realidad.

La obra pública está ausente en el país hace algún tiempo. Les dijeron a los gobiernos que había que bajar el déficit fiscal y no se les ocurrió mejor cosa que recortar el gasto de capital, cuando lo correcto era luchar contra el gasto corriente en exceso, la eliminación de subsidio a combustibles que merma el ingreso petrolero o trabajar en mejorar la baja recaudación.

El año anterior el Plan Anual de Inversiones no llegó a los $1.500 millones (M) con una economía de $120.000 M en su Producto Interno Bruto. Quince años atrás con una economía con la mitad del tamaño actual, se destinaba mucho más para realizar obra pública. Es necesario adecuar la manera de enfrentar el tema vial. Las alianzas público-privadas o las concesiones pueden servir ante un Estado maniatado por la falta de liquidez y la desesperación por cumplir el pago de nómina y la puntualidad para pagar intereses y capital de deuda.

Hoy termina el primer trimestre del año y las cifras de ejecución del plan anual de inversión son de llorar. En la web de finanzas, a los $1.222M de presupuesto inicial se los ha reducido a $1.047M, es decir algo más de $260M al trimestre, de los cuales solo se han ejecutado $50M. Seguirá el mismo letrero en la carretera por algún tiempo.