Secuelas del virus
El anuncio de la OMS de que la pandemia va para largo, con dos etapas más de contagio...
Por supuesto, como todo ser que ama la vida, sobre todo como el autor que este texto escribe, que cruzó hace un quinquenio su edad octogenaria, tengo la esperanza, tal vez solamente quimérica, de ser uno de los tantos sobrevivientes de esta terrible y mortal pandemia, la del COVID-19, que con el virus asesino que nos llegó como una “peste amarilla” desde la China de Mao y Chiang Kai-shek, llevamos ya contabilizados decenas de millares de contagiados y de víctimas mortales, incluidos médicos y enfermeros de ambos sexos que cayeron en cumplimiento del solemne juramento que le hicieron a Hipócrates.
Y mientras sobrevivo me he puesto a pensar, durante esta larga prisión domiciliaria que ha convertido a nuestros hogares en un refugio cerrado, aunque sin otros carceleros que no sean los virus que pueden entrar a contagiarnos sin tocar la puerta o el timbre, en los sucesos de esta última temporada. Y allí tenemos el ejemplo del envío de 66 toneladas de aletas de tiburón (pescados en nuestro mar territorial, atentando contra la naturaleza y afectando al cordón biológico) a la misma tierra donde se inició la pandemia, es decir cumpliendo una suerte de genocidio oceánico contra el temido pez conocido como el “terror de los mares”.
Mas, como es necesario atenuar tanta angustia, pánico y preocupación ante la obligación de usar mascarillas y guantes (comprados en algunos hospitales como los del IESS y la Policía a exorbitantes sobreprecios, como para que los beneficiarios del corrupto negocio digan que “no hay mal que por bien no venga”) medito sobre, con cierta sonrisa en los labios, que aplicando el título de la novela del Gabo: El amor en los tiempos del cólera, el ejercicio amoroso de las caricias mediante los abrazos y los besos entre los enamorados, novios esposos y amantes, que también tendría que hacerse con el necesario e imprescindible uso de esta protección, aunque el Dios Eros quede plenamente defraudado.
El anuncio de la OMS de que la pandemia va para largo, con dos etapas más de contagio, nos hace pensar que hemos de seguir actuando con paciencia, pero también con optimismo, posiblemente hasta el año 2022.