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Fernando Insua Romero | Extremos políticos y su impacto en el debate

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Si el mundo es un polvorín, no seamos nosotros la mecha

El panorama político global está marcado por la creciente polarización que divide a las sociedades e impacta profundamente en el conocimiento y la ciencia. Rousseau advirtió sobre los peligros de los extremos en política, señalando que la verdadera virtud se encuentra en un equilibrio que fomente el diálogo y la reflexión crítica. Esto se complica en una era de uso extensivo e inapropiado de internet, lo que en lugar de tender puentes para entender el pensamiento del otro ha hecho que quienes defienden una idea determinada solo se relacionen entre sí, convirtiendo las redes en cajas de eco donde los opuestos se encuentran para destruirse. El Principio de asimetría de las tonterías, popularizado por Alberto Brandolini, cobra relevancia al considerar cómo los extremistas manipulan la información para validar sus posiciones. Este principio sostiene que refutar ideas sin fundamento demanda mucho más tiempo y esfuerzo que generarlas, lo cual se ve exacerbado cuando los extremos políticos desacreditan el conocimiento científico como una herramienta de supuestas élites. Si miramos en los extremos nos dirán que ante el peso de las pruebas científicas, ellas están manipuladas por el ‘sistema’. Y se dan situaciones tan graves como negar conceptos básicos de historia universal, o en pleno siglo XXI volver a pensar que la Tierra es plana. Lo malo es no estar dispuestos a ver prueba alguna de que tal punto de vista no tiene sustento, convirtiendo el argumento en dogma y el activismo en secta. Preocupa particularmente la erosión del debate científico. Los extremistas, al desacreditar el consenso científico como conspiración elitista, étnica o religiosa, promueven la desinformación y obstaculizan los avances en áreas cruciales como el cambio climático o la salud pública. Rousseau argumentaría que esto niega la verdad objetiva y perpetúa divisiones que socavan el bien común. Es fundamental entonces reconocer la importancia de un enfoque equilibrado en el debate político y científico. Respetar el conocimiento validado y fomentar un diálogo abierto y crítico puede contrarrestar la polarización, promover soluciones más efectivas a los desafíos que enfrentamos como sociedad. Si el mundo es un polvorín, no seamos nosotros la mecha.