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Fernando Insua | 1997-2024

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Ahora, en 2024, dirán cualquier cosa: desde que Abad es talibán, correísta, y hasta astronauta

Los funcionarios de gobierno deben emitir declaraciones que representen la postura del régimen al que sirven. Pero no por ello declaraciones como la de la asesora Diana Jácome no están exentas de polémica. Por ejemplo, al manifestar que la situación de la vicepresidenta Verónica Abad no le quita el sueño al gobierno, cosa que no parece tan cierta cuando desde hace semanas, en un ambiente de crisis en el país, tenemos a medio gabinete moviéndose por los pasillos del palacio y en sus respectivas oficinas buscando la manera de evitar que la vicepresidenta asuma durante 45 días la Presidencia de la República, dado que el presidente actual estaría en en campaña para reelegirse.

Resulta increíble pensar que desde la propia vocería del gobierno se indique que las decisiones de Daniel Noboa en torno a la vicepresidenta han sido necesarias porque “no está comulgando con los mismos principios y para que haya prosperidad en el gobierno”. Es increíble creer que se permita burlar la Constitución solo porque el gobierno considera que la vicepresidenta no está “alineada”. Se ha utilizado todo tipo de declaraciones para justificar la violación de la Constitución. Pero recordemos que, mediante otros procedimientos dudosos, en su momento se logró burlar la ley cuando a la presidenta Rosalía Arteaga, en 1997, se le negó, porque no hay otra palabra, terminar su mandato de sucesión presidencial con la excusa de limpiar el país de la huella del gobierno anterior. En aquel entonces, los aplausos del Congreso ahogaron los gritos de la Constitución.

Ahora, en 2024, dirán cualquier cosa: desde que Abad es talibán, correísta, y hasta astronauta, con tal de burlar la Constitución y las leyes. No puede existir un gobierno “próspero” si en apenas 6 meses ya está viendo la manera de saltarse las normas. No puede ni debe ser así. No estoy de acuerdo con la línea política de la vicepresidenta Abad, pero no por eso podemos pasar por alto, una vez más, la voluntad popular respecto a los vicepresidentes y sentir que construimos democracia aceptando el voto popular solo cuando nos conviene y comulga con nosotros y nuestros intereses.