Premium

Fernando Insua: El canciller ‘new yorker’

Avatar del Fernando Insua Romero

Nuestra política exterior es una broma digna, literalmente, de una portada de revista

Reza una frase judía que si todos jalásemos una cuerda en la misma dirección, el mundo volcaría. Es sano y necesario tener opiniones diversas, tener distintos puntos de vista, pero es en la manera de sustentar y manifestar esas opiniones donde se ve la prudencia y sapiencia de los interlocutores. La célebre revista norteamericana The New Yorker nos trae un nuevo capítulo de cómo un presidente no debe actuar ante la visita de un periodista que precisamente estaba invitado para exponer al mundo los “grandes objetivos y pensamientos de un líder regional”.

El motivo de la invitación quedó truncado por las conversaciones ‘off the record’ que el presidente sostuvo con el periodista Jon Lee Anderson, quien con base en una serie de entrevistas realizó un perfil del presidente Daniel Noboa, perfil nada favorable, ya que un hombre como nuestro presidente, con una maestría en Administración Pública de la Universidad de Harvard y otra en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica de la Universidad George Washington, trastabilló de manera significativa. No solo criticó de manera imprudente a otros presidentes de la región, incluyendo a un potencial aliado natural suyo, como el presidente Bukele, y a la administración de Milei (como si en Ecuador se hubiera hecho algo increíble para comparar de esa manera), sino que también propuso construir una cárcel en la Antártida, desconociendo algo básico del derecho internacional, que es el Tratado Antártico firmado en 1959, del cual Ecuador es parte desde 1987. Este tratado reconoce a la Antártida como una reserva natural dedicada a la paz y la ciencia, convirtiéndola en la única zona terrestre y marina dedicada al bien común de la humanidad- Por más que diga que “lo investigará”, aquella región del mundo no podría jamás convertirse en los “cuarteles de invierno del Plan Fénix”.

La política exterior no es una broma. No es chistoso invitar a comer ceviche a un presidente que se siente ofendido porque violan su sede diplomática o tratar de chatarra el armamento de un socio comercial y militar como Rusia. Nuestra política exterior es una broma digna, literalmente, de una portada de revista.