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Fernando Insua | Candidaturas, antes y después

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En mi observación, existen en el país ciudadanos que no han cortado el lazo del servicio público

Cuando es periodo electoral, los ojos de la opinión pública se dirigen hacia los candidatos y candidatas que aspiran a un cargo público de elección popular. Es gracias a esa visibilización que podemos conocer, con más o menos sinceridad y credibilidad según el caso, las propuestas de quienes aspiran a dichos cargos. Promesas de todo tipo y grandes proyectos de ayuda social y obra pública desfilan ante nosotros, siempre y cuando, claro, sean elegidos. Una vez asegurado el voto, comienza el show: o se hace filantropía con dinero público o, si la elección fue reñida y el voto no fue favorable, desaparecen del radar no solo político si no de las causas que en campaña juraban defender, Lo peor es que muchos solo reaparecen en cada nueva elección, tras años de ausencia.

Por eso me causa admiración encontrar a aquellos que, independientemente del resultado electoral, continúan o incluso potencian sus acciones sociales y de servicio al país. Me refiero a quienes no necesitan terciar en el proceso electoral actual para seguir construyendo. Un ejemplo que me llamó la atención es el de Pedro Pablo Duart y su fundación. Desde octubre de 2023 ha graduado a más de 12.000 personas en diversas áreas del conocimiento y emprendimiento, impactando en total a unas 50.000. Estas cifras siguen creciendo a un ritmo de 1.000 graduados por mes en sectores populares, gracias a convenios con instituciones de educación superior, tanto nacionales como extranjeras. Estas cifras deben llamar la atención ya que no hay dinero de nuestros impuestos de por medio ni foto en la papeleta actual.

En mi observación, existen en el país ciudadanos que no han cortado el lazo del servicio público y se mantienen como actores de impacto social. Esto demuestra que no es necesario ocupar un cargo público para servir. Bien por quienes, estando dentro o fuera del servicio público, continúan aportando a la sociedad. En ese Ecuador oculto bajo las malas noticias, hay quienes siembran constantemente. Son ellos los que, al final, reforestan el bosque que la necedad taló y devastó: el bosque del tejido social y la fe en nosotros mismos y en lo público.