Fernando Insua: ¡Muertos quedan!
Mientras la política siga instrumentalizando el dolor, seguiremos condenados a repetir la misma historia, una y otra vez
En la historia ecuatoriana pocas frases resuenan con la crudeza y la certeza de “¡Muertos quedan!”, pronunciada por el Gral. Alberto Enríquez Gallo durante la Guerra de los Cuatro Días en 1932. En aquel entonces la expresión sirvió para describir, sin rodeos, el costo humano de un conflicto alimentado por ambiciones políticas. Hoy, casi un siglo después, esas palabras reverberan en nuestra realidad con la tragedia de Ismael, Josué, Nehemías y Steven, los cuatro de Las Malvinas. Estos menores fueron aprehendidos por militares y, días después, encontrados sin vida cerca de la base de Taura. La conmoción inicial pronto dio paso a una espiral de declaraciones, silencios incómodos y discursos cargados de intereses.
Por un lado, el ministro de Defensa, Gian Carlo Loffredo, primero niega la detención de los menores, pero las evidencias lo obligan a admitirla. En lugar de liderar un acto de justicia y apoyar la investigación para dar con los culpables, opta por atacar a la jueza que calificó el caso como desaparición forzada, etiquetando sus acciones como persecución política. En paralelo, la oposición encuentra en esta tragedia una herramienta para sus propios fines, promoviendo un juicio político que, aunque necesario, corre el riesgo de diluirse en espectáculo mediático y pugna partidista. Entre la amenaza del ministro y el manoseo político de la oposición, las familias de las víctimas enfrentan una incertidumbre desgarradora: ¿llegará la verdad o será sepultada bajo los escombros del oportunismo?
En un conflicto armado es necesario actuar con mano dura contra los terroristas, no contra inocentes. Y es verdad que las guerras cobran víctimas colaterales, pero combatir al terrorismo no implica evadir la responsabilidad por lo que haya sucedido. Asimismo, es imperdonable querer sacar provecho político de una tragedia. No se puede convertir a la verdad en rehén de la conveniencia.
Ecuador no necesita otro episodio de “muertos quedan”, ni de excusas o discursos oportunistas. Necesitamos justicia, verdad. Mientras la política siga instrumentalizando el dolor, seguiremos condenados a repetir la misma historia, una y otra vez.