Fernando Insua: Sin salud ni educación pública
Es fácil defender la precariedad laboral pretendiendo que eso es desarrollo
En esta campaña, donde el maniqueísmo reina y criticar una postura te convierte en anatema o se te alinea con el bando contrario, escuché con pesar las declaraciones de una candidata a vicepresidenta que considera que la educación pública y la salud pública no deben existir. Argumenta que debemos “dar la caña para pescar y no los peces” y que “un trabajo es el mejor de los subsidios” para resolver los problemas del país, reduciendo el Estado al mínimo. Pero aclaremos algunos puntos: si bien hay subsidios que son una rémora para el país, no implica que salud, educación y alguno que otro bono para mal alimentarse entren en esa categoría. ¿Acaso la población es culpable de que algunos roben y sean ineficientes, y por eso se le debe negar educación y salud públicas?
Es importante recordar que no se trata de “caridad”, sino de justicia social; es recibir del Estado lo que la población paga en impuestos. La candidata afirma que la educación pública y la salud son una carga para el presupuesto del Estado, ¿pero qué pasa cuando esa “caña de pescar’’ que nos quieren dar está hecha de salario mínimo y sabor a precariedad, y no sirve ni siquiera para pagar los anzuelos de pesca?
La gente quiere trabajo, sí, pero trabajo con salarios dignos que permitan vivir. Es fácil ser liberal cuando no estás en el lado opuesto. Es fácil defender la precariedad laboral pretendiendo que eso es desarrollo. Piden reducción de impuestos para poder ‘producir’. Sin embargo, cuando viajan a países como Estados Unidos, España o Noruega no se quejan de los impuestos ni de los salarios altos. Queremos desarrollarnos y lo haremos, pero como muchas naciones capitalistas lo han hecho: cobrando impuestos, combatiendo la corrupción, pagando salarios dignos y desarrollando servicios públicos de calidad.
Pretendemos hacer el “milagro económico ecuatoriano” y aspiramos a ser como Alemania, pero sin la ética industrial de aquel país, sin pagar los impuestos que se pagan allá, con salarios propios de un Estado en guerra y un sistema de salud pública del siglo XVIII. Estamos tomando el camino equivocado, no se puede avanzar como país en el camino de la injusticia y la desigualdad.