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Fernando Insua Romero | Una ilusión democrática

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Decir que Venezuela es una democracia porque hay elecciones es como decir que un charco es como el océano solo porque moja

En el mundo contemporáneo las elecciones no garantizan la existencia de una verdadera democracia. Esto es evidente en varios regímenes autoritarios que, aunque realizan elecciones, manipulan el proceso electoral para perpetuarse en el poder. La historia y la actualidad están llenas de ejemplos que muestran cómo las dictaduras pueden disfrazarse de democracias mediante elecciones fraudulentas.

El caso de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana es emblemático. Trujillo gobernó con mano de hierro desde 1930 hasta su asesinato en 1961. Durante su dictadura se celebraron elecciones, pero no fueron más que una farsa para legitimar su régimen, llegando incluso a poner a otro presidente mientras él ejercía el poder real. Otro ejemplo claro es el de Sadam Huseín en Irak, que organizó referendos y elecciones durante su gobierno, en los que obtenía victorias abrumadoras. Los comicios estaban plagados de intimidación, fraude y falta de competencia real, convirtiendo al proceso electoral en una mera formalidad sin ningún valor democrático. En América Latina, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México ofrece un ejemplo notable. Aunque ese país celebró elecciones regularmente en gran parte del siglo XX, el PRI mantuvo control hegemónico sobre la política desde 1929 hasta el año 2000. Las elecciones estaban frecuentemente marcadas por el fraude, la coerción y la manipulación de resultados, permitiendo al PRI mantenerse en el poder por décadas. El régimen de Alfredo Stroessner en Paraguay es otro ejemplo. Stroessner gobernó de 1954 a 1989 y durante su mandato se celebraron elecciones que estaban altamente controladas y manipuladas para asegurar su permanencia en el poder. La represión de la oposición y el control sobre el sistema electoral hicieron de estas elecciones una mera formalidad, sin significado democrático. Así que aunque no sea el activismo internacional de ‘moda’ y no sea atractivo para algunas universidades y ciudadanos manifestarse sobre este tema, hay que reconocer que Venezuela vive una dictadura y tiene un régimen gobernado por un psicópata. A la luz de estos ejemplos, decir que Venezuela es una democracia porque hay elecciones es como decir que un charco es como el océano solo porque moja.