Fernando Insua Romero: Entre trampas y algoritmos

Si el futuro del trabajo depende de máquinas, entonces que sea el ser humano quien les enseñe a no mentir
En una conversación con la psicóloga Melissa Fabara, especializada en recursos humanos y directora de un centro de asesoría laboral, surgió -fruto de una reflexión sobre el mal uso de la tecnología- una preocupación compartida: la inteligencia artificial está alterando radicalmente los procesos de selección de personal. Y no siempre para bien. Reclutadores y aspirantes están utilizando herramientas de IA no para optimizar, sino para disfrazar la verdad. Existen candidatos que se presentan a entrevistas con avatares que responden preguntas con scripts generados por chatbots y aplican a cientos de vacantes con plataformas automatizadas, sin siquiera haber leído las ofertas. El problema no es solo el engaño sino la deshumanización del proceso: una jungla de perfiles falseados donde la autenticidad se convierte en rareza. Pero la trampa no es unilateral. Se permite que usen sistemas de evaluación algorítmica que desechan currículums por detalles mínimos o realizan entrevistas con IA sin considerar los matices humanos que un algoritmo jamás podrá captar. Quizá por eso cientos de miles de jóvenes con gran potencial para aportar lo mejor de sí han sido descartados, víctimas de una forma excesivamente impersonal de selección, donde se confía ciegamente en lo tecnológico.
Se ha creado un desfase peligroso: unos piensan como máquinas, otros aún no aprenden a detectar la ficción. Aquí es donde vale la pena detenernos, porque más allá del circo tecnológico, el verdadero desafío es aprender a convivir con estas herramientas sin que anulen nuestro criterio. No se trata de demonizar la IA, sino de entenderla y ponerla al servicio del talento real. Usarla para preparar mejor una hoja de vida, no para mentir. Usarla para evaluar habilidades objetivamente, no para automatizar el descarte de seres humanos. Isaac Asimov lo advirtió décadas atrás: la evolución tecnológica sin evolución cognitiva y social es una receta para el desastre. Hoy más que nunca necesitamos desarrollar pensamiento crítico, adaptabilidad ética y una noción clara de lo que significa ser auténtico en tiempos de algoritmos.
Si el futuro del trabajo depende de máquinas, entonces que sea el ser humano quien les enseñe a no mentir.