Fernando Insua Romero: Jhonny tomó su fusil

Un abrazo desde el corazón para quienes están luchando por conseguir ese fin.
Hace unos días este Diario publicó un reportaje impactante sobre Paola Roldán, una mujer de 42 años enferma de esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Ella ha presentado su caso a la Corte Constitucional para que esta declare inconstitucional el homicidio simple como paso previo a aplicarse la eutanasia y tener así una muerte digna. El tema ha sido debatido desde que la humanidad habita este mundo, con registros escritos tan antiguos como los de la antigua Grecia. En la obra La República, de Platón, se menciona la idea de la eutanasia como una forma de poner fin a la vida de personas con enfermedades incurables o en estado terminal para evitar el sufrimiento. Platón argumenta que, en casos extremos, la eutanasia podría considerarse un acto misericordioso. Mi posición sobre este delicado tema se moldeó a través de discusiones familiares desde temprana edad y se consolidó años después cuando vi una película que me impactó: Johnny tomó su fusil, dirigida por Dalton Trumbo y lanzada en 1971. La película narra la historia de Joe, un soldado de la I Guerra Mundial que queda gravemente herido en combate. Explora su lucha por sobrevivir, incapaz de ver, oír o comunicarse ya que perdió sus extremidades y sentidos, pero que aún pensaba y reflexionaba sobre su situación y su vida. La película plantea cuestiones éticas y morales, incluida la eutanasia, al mostrar el deseo de Joe de poner fin a su sufrimiento. La lucha de este personaje me hizo pensar desde entonces que hay algo que nos une como seres humanos, independientemente de nuestra religión y origen étnico: la dignidad, el derecho que tenemos de morir dignamente, de poder decidir sobre ese único territorio que verdaderamente nos pertenece: nosotros mismos.
Creo firmemente en Dios y respeto las creencias de los demás pero no puedo imaginarlo juzgando a un alma desvalida que solo desea descansar del dolor. En lo que respecta a los tribunales humanos, siempre y cuando se respeten los procesos y se siga un protocolo adecuado para practicar la eutanasia, esta debería ser una opción. No sufrir debe ser un derecho real y legal para quienes padecen duros tormentos. Un abrazo desde el corazón para quienes están luchando por conseguir ese fin.