Cuenca

Cuenca ve su futuro y en el futuro de Cuenca nos vemos nosotros, que seguimos su ejemplo de ciudadanía y dignidad.
Te vivía desde niño en las oscuras y hermosas historias familiares narradas por mi madre y abuela sobre escritores tan excéntricos, intensos y geniales, de poetas carcomidos por el amor y el desamor, ocultos bajo el velo de una moralidad de una época que en parte quedó dormida en la noche de los tiempos.
Te vivía en las alegres y oscuras anécdotas narradas por mi abuela, quien me heredó Cuenca. Aquella Cuenca tan vibrante y liberal, como conservadora y católica, porque Cuenca lo es todo al mismo tiempo. Es como el gato de Schrodinguer, todas las realidades multidimensionales ocurriendo en un mismo lugar.
Luego, en mi adolescencia y adultez, al igual que para muchos guayaquileños, Cuenca fue testigo de escapadas con amigos y amores. Allí se siente la libertad de estar alejados de todo y cobijados por montañas a solo tres horas del Puerto Principal, haciendo que sus calles sean las calles de algunos de nuestros más bellos recuerdos.
Cuenca siempre será mi segunda ciudad, la familia, su arte y literatura. Su tranquilidad contrastada con sus vibrantes bares y vida nocturna son el contrapeso que me permite lidiar con el amor que siento por Guayaquil con todos sus virtudes y pecados.
Estar tan lejos de Quito y tan cerca de nosotros los guayaquileños ha hecho de Cuenca una ciudad amiga y hermana, ejemplo de independencia, autonomía y fortaleza institucional.
Entre cuatro ríos han creado todo un mundo cultural, industrial y administrativo ejemplar, que es un espejo en el cual muchas ciudades del país buscan reflejarse.
Cuenca no es perfecta pero se reinventa a sí misma consciente de sus tradiciones, respetuosa de su patrimonio y orgullosa de su pasado, porque es así que se hace ciudad, con un profundo respeto y orgullo hacia las raíces, pero consciente de que el árbol debe crecer hacia el cielo. Cuenca ve su futuro y en el futuro de Cuenca nos vemos nosotros, que seguimos su ejemplo de ciudadanía y dignidad.