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La cuestión del sufragio obligatorio

Avatar del Fernando Insua Romero

Este sistema busca, al menos en teoría, aumentar la participación electoral y fomentar la conciencia cívica

En la búsqueda constante por dar un poco de luz y coherencia a esta noche tan oscura en la cual se ha convertido nuestra ‘democracia’, podríamos empezar por cuestionar el sufragio obligatorio. Este sistema busca, al menos en teoría, aumentar la participación electoral y fomentar la conciencia cívica. Sin embargo, a medida que exploramos más a fondo esta práctica surge la interrogante sobre si el voto obligatorio realmente promueve mayor calidad en las elecciones o si, por el contrario, socava la libertad de elección y limita la autenticidad del proceso democrático. En especial cuando el voto obligatorio puede convertir las elecciones en un mercado, donde los movimientos y partidos compiten por captar la atención de ciudadanos desinteresados o mal informados, en lugar de enfocarse en la calidad y sustancia de sus propuestas políticas.

Dado que existe una población fija de votantes, como si se tratara de un mercado cautivo, y para colmo con financiamiento pagado por nuestros impuestos, el proceso electoral lejos de convertirse en una fiesta democrática se transforma en una perversión del sentido del voto. Es común que los candidatos hagan el ridículo, regalen ropa, víveres, bonos o intercambien obras por votos con el fin de captar adherentes o entregar los partidos a figuras que poco o nada tienen que ver con la política, pero que al ser populares “jalan votación”. Esta dinámica se acentúa cuando los candidatos pertenecen al partido oficialista, pues es usual que usen recursos públicos para fomentar el clientelismo. De eliminarse el sufragio obligatorio no se desvirtuaría el concepto de dar voz a todos y todas, pues eso ya existe desde que Ecuador otorgó el derecho al voto universal en 1928 a las mujeres y en 1978 a los analfabetos. La universalidad existe; todo el que quiera votar podría hacerlo, pero sin el clientelismo movido por movimientos que reciben fondos del Estado. Los partidos y movimientos se esforzarían en reforzar sus militancias, sustentarse de los fondos de sus adherentes y aportantes (con regulación) y mantenerse fieles a sus lineamientos políticos para captar votantes. Debemos debatir sobre la salud de nuestro sistema, dado que ahora las elecciones son una fiesta mediocre a la cual muchos no quieren asistir.