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El faro de julio

Avatar del Fernando Insua Romero

Son años difíciles, y falta mucho por hacer, pero pese a todo estamos enrumbados

Hace unos días vi al faro de la ciudad, ubicado en el cerro Santa Ana, encenderse de nuevo. Había pasado mucho tiempo a oscuras y verlo encenderse con toda su belleza y esplendor me hizo reflexionar sobre cómo teniendo los accesos y los medios no se había encendido en la anterior administración. Fue en ese acto tan sencillo como poderoso que recordé que la capacidad de encender con nuestra luz la vela de otros está en nuestro pueblo, en nuestra ciudad. A veces solo es cuestión de voluntad y de tener la determinación para ejecutar acciones que alumbren la luz del civismo, pero con justicia social.

Estas fiestas de Guayaquil no han estado vestidas de fasto ni de megaeventos u obras inútiles. Han estado enmarcadas en recuperar el sentido de cercanía entre los guayaquileños con su ciudad y sus autoridades. Sin el show político al que habíamos estado acostumbrados, se han realizado ferias y eventos que han beneficiado a los emprendedores y emprendedoras que, en sí, son los que simbolizan lo que es Guayaquil: no una ciudad que espera el maná del cielo, sino una urbe que a lo largo de su historia ha sabido resolver los problemas que el camino le pone, día con día y a pulso. La ciudad no es perfecta y estamos bajo asedio por parte de la delincuencia, pero paseando por sus calles, asistiendo -como lo hicimos muchos guayaquileños y turistas- a sus ferias, bazares y lugares que tuvieron eventos programados por las fiestas, aun con el alto riesgo y ver que por lo menos en esos sitios no hubo actos que lamentar a pesar del volumen de ciudadanos que estaban concentrados, fue un triunfo de la confianza de la ciudad y su gobierno para con sus ciudadanos. Son todavía los primeros pasos, muy difíciles por cierto, para la recuperación del espacio ciudadano y el sanar las heridas de la desconfianza producto de la delincuencia o del temor inculcado por años a que si se recupera el espacio público ello puede traer desmanes.

Te saludamos, Guayaquil, en tu día, alumbrando al igual que el faro nuevas metas como ciudad y nuevos desafíos. Son años difíciles, y falta mucho por hacer, pero pese a todo estamos enrumbados.