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Fernando Insua | El cínico de Carondelet

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No me asombra el hecho cínico de que considere dejar una carta a su sucesor “dictándole” consejos sobre cosas que nunca hizo

Es ya costumbre que el presidente de la República, cada vez que viaja a los Estados Unidos, y según sus propias declaraciones, “se envalentone” por lo general con vergonzosos resultados. En este viaje, el último de su gestión antes de entregar el poder a su sucesor, y en declaraciones ante una importante cadena internacional, el presidente nos jugó la última y más cruel de sus bromas macabras, una burla cínica de un mandatario al cual el puesto le quedó grande.

Ante las preguntas del periodista sobre el desmedido aumento de la delincuencia en Ecuador durante su mandato, el presidente, que no pierde oportunidad de defraudar al país, ignorando que internet existe y que los hechos que nos atormentan escapan de su maquillada versión de la verdad, negó que fuera así. Argumentó que prácticamente el 90 % de la violencia es entre “delincuentes”, básicamente un “que se maten entre ellos”. Incluso se dio la libertad de increpar al entrevistador por señalar solo “las cosas malas” y no “las buenas” de su gestión.

Me gustaría que el presidente tuviera la cara de decirle eso a las madres que han perdido a sus hijos, a los secuestrados y secuestradas del país, a los miles de ciudadanos que han tenido que huir por el miedo, a aquellos que no salen a la calle por el temor, a los que han perdido sus negocios y sus esperanzas, a mi conciudadano cuyo autobús fue incendiado por no pagar vacunas. Para el presidente, nuestros muertos son tulipanes rojos que están esparcidos en un campo del cual él se desentiende. Las víctimas, al estar tan lejos de Carondelet y su ego, y tan cerca de nuestros corazones, al parecer no son dignas de su preocupación.

No me asombra el hecho cínico de que considere dejar una carta a su sucesor “dictándole” consejos sobre cosas que nunca hizo o deliberadamente ignoró. Espero que la historia no lo trate como se merece y pueda dejarle a su descendencia el legado que él desea, porque sus sueños de gloria nos han costado y seguirán costándonos muchas lágrimas. Su trascendencia, por lo que veo, le importa más que los ciudadanos a los que juró defender.