Premium

Guayaquil contrafactual

Avatar del Fernando Insua Romero

Tenemos innumerables ejemplos en la historia de Guayaquil para aprender y emular

Prácticamente nos hemos visto acosados por la idea de que una sola decisión acertada hecha en el pasado habría sido suficiente para que nuestro presente fuese más lo más cercano posible a lo que esperábamos que fuera, que si hace unos años hubiéramos apostado por el río Guayaquil sería un puerto agradable y dinámico; que si hubiésemos tomado medidas en materia de impuestos y urbanísticas con más visión a futuro no tendríamos a nuestra población dispersa en urbanizaciones lejanas y amuralladas; que si tuviéramos el malecón de 1940 con los tendales de cacao mantendríamos la identidad; que si fuéramos autónomos; que si fuéramos principado; que si tuviéramos más presupuesto; que si nuestra sociedad fuera como la de los noruegos la ciudad sería otra (como si Noruega hubiese nacido así de la nada, sin un proceso de ciudadanización y ordenamiento). Somos una letanía de “si hubiésemos hecho esto, hoy seríamos otra cosa…”. Eso es el pensamiento contrafáctico que se define como la acción de imaginar cómo el haber cambiado decisiones pasadas afectaría el presente.

Guayaquil es una ciudad a la que tras la expoliación de los últimos años, le queda como patrimonio su gente, su historia y los errores. Como punto de partida tenemos el presente como única arista del tiempo que podemos gobernar y sobre la cual podemos incidir. Nietzsche escribió que el remordimiento es como la mordedura de un perro en una piedra, no causa efecto. Lo bueno de nuestra ciudad no fue edificado a base de remordimientos, fuimos una ciudad que cuando algo faltaba lo hacíamos nosotros mismos, tuvimos benefactores que suplían lo que el Estado central no hacía, tuvimos gremios que velaban por la unidad de los trabajadores, tuvimos alcaldes como don Asisclo Garay, que no se detuvo ante la inacción del gobierno central y llegó a usar dinero propio para hacer obras.

Tenemos innumerables ejemplos en la historia de Guayaquil para aprender y emular, para con acciones cívicas, solidarias y de trabajo recuperar nuestra ciudad y aportar cada uno de nosotros a los vientos de cambio, galvanizando en nuestro ser que el mejor y único momento válido para hacer las cosas bien es el presente.