No hay fotorradar para el radar

Así que mientras hay personas que tienen el poder de construir infiernillos en nuestra mente, hay quienes luchan contra el fraude y la estafa social ubicándose -como este Diario- en el lado correcto de la historia.
El país está fuera del ‘radar’ de la ética y el sentido común. Somos una nación donde la Fiscalía acusa a un grupo de militares de sabotear un radar que tenía como misión controlar 220 millas a la redonda de nuestro espacio aéreo y evitar así los vuelos que impunemente realizan las narcoavionetas sobre nuestro cielo dudosamente soberano. Pero hay radares y hay fotorradares. Mientras los primeros no operan y permiten que algunos puedan actuar con impunidad, los segundos, en cambio, actúan de manera dudosa y severa, multando y aplicando el ‘peso de la ley’ que, según dicta la norma no escrita del ‘manual de funcionamiento del Ecuador’, cae y caerá siempre sobre el ciudadano común.
Gracias a investigaciones realizadas valientemente por este Diario, el país descubrió estupefacto cómo, gracias a unas modificaciones a la normativa realizada a la operación de los dispositivos de medición de velocidad y a un relajamiento de la normativa con respecto al margen de error operativo de los fotorradares, se ha ocasionado que miles de ciudadanos y ciudadanas del país (guayaquileños principalmente) se vean perjudicados con las multas ‘fantasmas’; viéndose en un estado de indefensión ante el sistema imperante.
Es difícil calcular el daño causado a la ciudadanía, pues no se hacen públicas las cifras de recaudaciones por concepto de multas relacionadas a los fotorradares, algo que viola las normativas de gobierno abierto y transparencia que deben imperar en el sector público. Pero las cifras de quejas rondan los 54.000 y eso nos da una idea de la magnitud del daño causado.
Resulta irónico pensar que es más fácil volar una avioneta ilegal sobre nuestro espacio aéreo que zafarse de una multa de dudosa legalidad por manejar un auto en alguna de nuestras calles y carreteras. Nicolás Gómez Dávila, notable filosofo colombiano, decía que el poder del ser humano no le permitía competir con Dios , pero que es suficiente para reemplazar al diablo. Así que mientras hay personas que tienen el poder de construir infiernillos en nuestra mente, hay quienes luchan contra el fraude y la estafa social ubicándose -como este Diario- en el lado correcto de la historia.