El Ministerio del Discurso

No bastaron siete asesores y una Subsecretaría del Discurso -sí, tenemos una subsecretaría de discursos presidenciales-
Es parte de la tradición institucional de nuestro país escuchar los discursos de nuestras autoridades, tanto locales como nacionales, por la conmemoración del aniversario de la Independencia de nuestra ciudad. Aquella noche fue diferente a las anteriores conmemoraciones pues Guayaquil es el epicentro del terremoto de inseguridad que se vive en el país, así que si bien eran los guayaquileños los que estaban de pie ante aquel podio, era el Ecuador entero el que escuchaba con expectación. La alcaldesa habló; puso el tono de la macabra canción de inseguridad de nuestra ciudad, reveló la cruda realidad de vacunas, secuestros, extorsiones y criminalidad que carcomen nuestra urbe. Si la Alcaldía hizo o no hizo algo para evitar esta situación sería motivo tal vez de otra columna, pero al menos en el discurso se aprovechó el momento de hacer un retrato de lo que nos duele y aqueja.
Tocó el turno del presidente, era su oportunidad de demostrarnos que hace piel con lo que vive su pueblo, pero lo que quedó claro es que su percepción de la realidad está como su ‘teleprónter’: al revés.
No bastaron siete asesores y una Subsecretaría del Discurso -sí, tenemos una subsecretaría de discursos presidenciales-. No bastó aquella ayuda institucional para evitar que el presidente dé por muerta a una oficial que aún lucha por su vida luego de la balacera a un puesto de Policía en Socio Vivienda, o que anuncie, tal vez parafraseando al presidente salvadoreño Nayib Bukele, que se ha logrado detener a 20.000 personas, cifra que causa asombro ya que en este país hay aproximadamente 33.000 privados de libertad. Eso quiere decir que el gobierno que en febrero anunciaba que liberaría a 5.000 PPL ahora resulta que es el causante del 60 % de los privados de liberad, exitazo imaginario del primer mandatario, que habló desde el triunfalismo de sus proyectos inconclusos, y ante nuestras penurias solo nos dio promesas y nos pidió el voto a favor de su consulta, asunto complicado, pues como dijo Eurípides: “No es lo que el orador dice, sino quién es, lo que da peso a la elocuencia”.