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El palacio allanado

Avatar del Fernando Insua Romero

En fin, otro capítulo más para el otoño del patriarca, que nos ha arrastrado junto a nuestra sede de gobierno a un frío y solitario invierno.

Atrás quedaron en la noche de los tiempos y en la tumba donde reposan las palabras estériles, las declaraciones del presidente de la República, quien desde el Palacio de Carondelet la noche del 23 de enero negaba la existencia de cualquier estructura para cometer actos de corrupción en el gobierno. Aquellas palabras han envejecido mal en tan poco tiempo. Ha corrido tanta agua desde aquel día que resulta risible el solo hecho de recordarlas hoy por hoy. La demanda de trabajo investigativo en casos de corrupción es tan alta que hasta la Fiscalía tuvo una ‘confusión’ sobre la naturaleza del propio allanamiento al Palacio de Gobierno. Ya no saben si es por el caso Encuentro, o por el caso Petroecuador. Lo que queda claro es que el Palacio de Carondelet tal vez debería llamarse Palacio de la Moneda, sin ofender a Chile, cuyo palacio de gobierno se llama así porque funcionó en sus instalaciones la casa de acuñación de moneda. En nuestro caso ese sobrenombre sería por la aparente cantidad de dinero ilícito que se sospecha se movió en sus salones y despachos.

También podría llamarse El palacio de la pesquisa o El Palacio Allanado, nombres que no invitan a burlarse sino a intentar dimensionar lo que aconteció aquel 10 de febrero. Lograr comprender la magnitud de la vergüenza, pensar que el palacio no recibirá su sobrenombre por alguna acción sublime en el pasado remoto o reciente. El palacio que tuvo en su solio a figuras de la talla de García Moreno, Yerovi, Plaza Lasso, Alfaro, Rocafuerte y por pocos días a la primera mujer presidente del país, doctora Rosalía Arteaga, fue allanado por primera vez en la historia con un presidente en funciones, en una investigación por corrupción.

El pasado del palacio no ha sido siempre glorioso, ha tenido sus malos momentos, pero al presidente, a quien le gusta compararse con todos los gobiernos anteriores, le recordamos que la integridad del palacio en el cual habita, desde donde gobierna, es responsabilidad de su administración mientras dure su periodo. En fin, otro capítulo más para el otoño del patriarca, que nos ha arrastrado junto a nuestra sede de gobierno a un frío y solitario invierno.