Paz duradera

Si queremos paz, tenemos que empezar por sembrar la semilla de todo lo que quisimos ser y no fuimos como ciudad
¿Cómo hablar de paz a una nación de rodillas que espera la muerte en cualquier esquina? ¿Cómo hablar de paz a padres y madres que han perdido hijos e hijas? ¿Cómo hablar de paz a aquellos despojados del fruto de su trabajo? ¿Cómo hablar de paz a aquellos que se sienten impotentes y sueñan con portar armas para equilibrar la balanza entre los terroristas y los ciudadanos?
Es difícil, pero tal vez cuando llegue el ajuste de cuentas, cuando las balas de unos sean respondidas por otros, cuando demos rienda suelta a la venganza, cuando nos cansemos de guerrear, ahí nos daremos cuenta, como lo hicieron tantas ciudades del mundo, de que tal vez la vía más idónea y menos traumática a la violencia era hablar de paz.
La paz no es simplemente la ausencia de conflicto, sino que es una condición positiva que requiere la participación activa y consciente de los ciudadanos. Porque hoy puedes aniquilar a una banda, pero si las condiciones sociales no cambian, al día siguiente vendrá otra a tomar su lugar. Por lo tanto, una paz duradera requiere de grandes pasos firmes y sostenibles en el tiempo, y todo esto comienza por la sociedad. Si la sociedad es incapaz de marchar, de debatir, de enfrentar su postración ante la violencia, nadie la salvará, por más que la fuerza pública pueda hacer su trabajo diligentemente.
Una forma de promover la paz duradera es a través de la educación. Una educación inclusiva y equitativa puede ayudar a reducir la brecha social y la discriminación, lo que a su vez reduce la violencia y el conflicto. Otra forma es a través del diálogo y la participación ciudadana, que fomenta el respeto mutuo y la resolución pacífica de conflictos, así como la creación de espacios públicos seguros y la cooperación. Estas son algunas de las formas en que podemos trabajar juntos para traer la paz a nuestras ciudades, recordando que lo que vivimos ahora es fruto de las deudas pendientes que acumulamos durante décadas. Si queremos paz, tenemos que empezar por sembrar la semilla de todo lo que quisimos ser y no fuimos como ciudad y país en la siguiente generación.