Quien quiera nacer...

Las ciudades son como un todo. Lo que le ocurre a Monte Sinaí le afecta a Urdesa
...tiene que destruir un mundo. Guayaquil es hoy por hoy un mar de ideas y propuestas para repensar la ciudad. Desde las autoridades electas, líderes sociales, arquitectos, medios de comunicación, todos hacen eco de que nuestra ciudad tiene que, por necesitad básica de sustentabilidad, reformularse. Y una de las propuestas que cobra fuerza y genera debate es la expropiación de manzanas del centro y de edificios abandonados para construir obras, ordenar urbanísticamente la ciudad o dar un fin social a esas propiedades abandonadas. La expropiación en una ciudad no es un acto ni ‘comunista’ ni ‘destructivo’. Ejecutada de manera ordenada y responsable resulta urgente y necesaria. Medida empleada por el marqués de Pombal en Portugal, quien luego del brutal terremoto de Lisboa en 1755 llegó a expropiar muchas propiedades que seguían en pie para lograr la reconstrucción y rediseño de aquella ciudad; las reformas del barón Haussmann, en París; o Gastón Thoret y su proyecto para Guayaquil luego del gran incendio de 1896; y Barcelona para las Olimpiadas de 1992.
Pese a que habrá voces que cuestionen el atender el centro o construir parques y recuperar edificaciones abandonadas para fines sociales, son cosas que deben hacerse. La mejora de un sector de la ciudad es la mejora de la ciudad completa. Uno deja que se le gangrene el pie afirmando que lo más importante es la cabeza, porque al final la septicemia acabará con su vida.
Las ciudades son como un todo. Lo que le ocurre a Monte Sinaí le afecta a Urdesa, lo que le pasa a La Alborada le afecta a Los Ceibos, y si algo han demostrado los acontecimientos de convulsión social, delincuencia, falta de políticas publicas e incluso poca planificación urbana, es que lo que le sucede a Guayaquil les afecta a Daule y a Samborondón, y lo que les pasa a estos cantones nos afecta a nosotros.
No es momento de mirar a los costados, es momento de medidas fuertes para tener soluciones duraderas, pues lo urbano tiene una potente implicación en la vida diaria y la convivencia pacífica de los ciudadanos. “Quien quiera nacer , tiene que destruir un mundo”, afirmaba Hermann Hesse. Hay casos donde toca destruir para poder crear.