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Sembrando sueños

Avatar del Fernando Insua Romero

Jóvenes que buscan una beca o buscan algún ancestro extranjero que les permita tener los papeles de alguna ciudadanía con sabor a vida nueva

Hablamos todos los días de la ciudad del robo, de la sangre, de la corrupción y de la indolencia, donde hay muertos y secuestrados, donde hay desaparecidas, y nos nombramos junto a ellas por que como diría el escritor sirio Yassin al Haj Saleh “somos ellas en su ausencia”.

Hablamos sobre jóvenes que buscan una beca o buscan algún ancestro extranjero que les permita tener los papeles de alguna ciudadanía con sabor a vida nueva, y sobre los menos afortunados, que tomarán sus pies por vehículo y echarán a andar por alguna frontera inexpugnable con final incierto. Ante tal tormenta de dolor social me era impensable otra cosa que no sea escribir sobre cómo podemos vengarnos como ciudadanos, qué armas podemos tomar, qué podemos hacer. Dando vueltas a la idea de la tolerancia cero a los criminales porque la tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad, en fin, me saturaban el odio y la impotencia hacia nuestras circunstancias.

Pero como la vida es una búsqueda constante de los equilibrios entre luz y oscuridad, como una grata sorpresa salvadora pude ver jóvenes; hombres y mujeres que empezaron a hablarme de sembrar árboles, de reforestar la ciudad, de hacer avenidas donde los justos que han hecho algo por la sociedad siembren un árbol, como lo hay en Jerusalén. Otros me hablan de las grandes iniciativas que existen de guayaquileños como Juan de Dios Morales y su trabajo incansable a través de Wild Gye para proteger la biodiversidad de nuestra ciudad y del país; de Andrea González Nader y su potente activismo ambiental, de Emilene Aguayo y su reconocida gestión de protección del bosque seco de Samanes 1, solo citando algunos nombres de la abrumadora cantidad de activistas que piensan en sembrar árboles y no miedo, en proteger la vida y lo que nos hace sentir vivos, y me imagino también dentro de algunas décadas, cuando ya no esté, a algún niño de ese futuro Guayaquil que jugará entre los árboles y manglares pensando en otras cosas, alejadas de todo aquello que en nuestro presente nos atormenta, gracias a que hoy hubo hombres y mujeres que ayudaron a construir un futuro más digno, más humano y más decente.