Vencer no es convencer

Una sociedad puede ser postrada sin necesidad de arrojar una sola bomba
La España de 1936 en la que vivió Miguel de Unamuno, aquel gran filósofo, estaba dividida y enfrentada contra sí misma en una feroz guerra civil. Ecuador no está en guerra hasta ahora, pero nuestra nación -y en un caso especial nuestra ciudad de Guayaquil- está dividida por los vacíos que han dejado los oportunismos electorales carentes de ideología e identidad, cuyo único fin es valerse del voto para sostenerse; y dividida en la exclusión, la pobreza y el abismo educativo, porque pueden abundar títulos, pero no conocimiento y el amor al saber.
Las bombas en una guerra civil destruyen las infraestructuras y a pesar de esa destrucción material los pueblos con una base institucional y educativa sólida se levantan. Pero la demagogia, la corrupción y la falta de educación estancan por generaciones a países enteros, sin necesidad de destruir un solo edificio. Una sociedad puede ser postrada sin necesidad de arrojar una sola bomba, porque la demagogia y el desprecio al desarrollo social matan el corazón de nuestros pueblos.
Era el 12 de octubre de 1936 y en el paraninfo de la Universidad de Salamanca Unamuno pronunció tal vez su más celebre discurso, del cual cito lo siguiente: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”.
Se podrá tal vez vencer usando nuestros recursos para hacer campaña, vestir de ayuda social a la demagogia, visitar un barrio y regalar víveres para luego no volver. Prometer todo y una vez en el poder olvidarse de lo prometido, caer en el ridículo, ofrecer el cielo, regalar el gas pero no el fuego, jugar con nuestras necesidades, irrespetar la ley electoral. Podrán triunfar haciendo eso y mucho más, pero no convencerán. Solo dilatarán un poco más el estallido social y el estado de precariedad administrativa e institucional, porque para vencer hay que convencer y para convencer, como dijo Unamuno, les falta razón y derecho.