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Florencio Compte | Una ciudad sana

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Han pasado siglos y la idea de que una ciudad es el conjunto de relaciones que se genera entre sus habitantes sigue vigente

En la antigua Grecia, Sócrates planteaba que la ciudad se genera en el momento en que las personas ya no pueden ser autosuficientes y necesitan cosas que no pueden producir por sí mismas, por lo que buscan alianzas con quienes les puedan dar aquello que no pueden o no saben generar. En ese marco de alianzas, interacciones, asociaciones, convivencias, intercambios y de encuentros es donde nacen y crecen las ciudades.

Han pasado siglos y, sin embargo, la idea de que una ciudad es el conjunto de relaciones que se genera entre sus habitantes sigue estando vigente. Así también lo sostiene Italo Calvino en su libro Las ciudades invisibles (1972): “Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”.

Hay nuevos paradigmas y conceptos que se han desarrollado alrededor de las ciudades, uno de ellos es el de ciudades sanas. Se define a una ciudad sana como aquella que es capaz “de reconocer e incorporar en sus procesos los procesos naturales”. Pero, ¿cómo se logra esto? Hay, al menos, tres condiciones que se deben cumplir para que una ciudad pueda ser considerada sana: la primera, que debe ser pensada para caminar; esto es, que se planifique en función del peatón y no dando prioridad al vehículo. La segunda, el introducir la naturaleza en la ciudad, con suficientes áreas verdes que sean accesibles, cercanas y útiles. ¿Cuántas? La mayor cantidad posible. Y la tercera, que posea suficientes lugares de encuentro y convivencia para los ciudadanos, de tal manera que se consolide el tejido social. Para ello, una ciudad debe ser densa (contrario a Guayaquil, que es una ciudad muy extensa y de baja densidad), contigua e interconectada y, además, compleja, es decir, que permita y posibilite los usos mixtos, recuperando, para ello, el carácter barrial de servicios, abastecimiento, recreación y actividades laborales cerca de los lugares de residencia.