Florencio Compte: Guayaquil, ciudad distópica
La distancia es el vicio de la ciudad. Cuanto más extensa y dispersa es una ciudad, más aumentan las desigualdades…
Desde el humanismo renacentista, el lugar central de la utopía ha sido la ciudad. Las utopías de los siglos XVI y XVII describían ciudades ideales con sociedades igualitarias, donde el buen gobierno, la justicia y la abundancia habían triunfado. El deseo de alcanzar tal estado de felicidad se daba a través de una organización espacial perfecta, “…donde lugar de residencia, trabajo, descanso y placeres se encuentran en equilibrio, donde reina la fraternidad” (Carlos Moreno). Los utopistas del siglo XIX planteaban sustituir las ciudades reales por otras ideales, donde imaginaban el cambio social, los sueños de libertad, justicia y equidad.
Hoy, la utopía ha sido sustituida por el desencanto. De un mundo utópico hemos pasado a la visión de un mundo distópico, con un futuro sombrío. En lugar de soñar con una ciudad perfecta y una sociedad ideal, vivimos en una ciudad imperfecta, caótica, peligrosa y con una sociedad que vive en la pesadilla, como lo indica Orwell en 1984: un mundo en ruinas y sin posibilidades ni caminos de salida. ¿Estamos describiendo a Guayaquil?
¿Hay alguna salida? Dice Richard Sennet en el prólogo al libro de Carlos Moreno, La revolución de la proximidad. De la ‘ciudad global’ a la ciudad ‘de los quince minutos’: “La densidad es la virtud de la ciudad; la distancia, su vicio”, y continúa: “A las aglomeraciones urbanas la densidad les garantiza beneficios en términos económicos y de innovación… La densidad significa que personas diferentes están juntas físicamente, estimuladas por su presencia mutua. Y la densidad es la condición previa de la democracia… La distancia es el vicio de la ciudad. Cuanto más extensa y dispersa es una ciudad, más aumentan las desigualdades… Como la distancia separa las clases, las razas y las culturas en el espacio, refuerza las identidades fijas. Aislada, la gente vive en el sitio al que ‘pertenece’; no es libre de escapar a su clasificación”. Ahí está parte de la respuesta.
Guayaquil debe densificarse y pasar de ser una ciudad difusa a ser una ciudad más compacta, menos desigual y cercana… y menos distópica.