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Florencio Compte Guerrero | Nuestro patrimonio funerario

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En 2003 se declaró Patrimonio Cultural a la zona antigua del Cementerio General y el Cementerio de los Extranjeros

El contar con un lugar para el descanso de los muertos ha estado ligado a la conformación de las ciudades, y los factores religiosos y culturales han determinado que los cementerios hayan adquirido valor social y relevancia por sus cualidades simbólicas y, en algunos casos, como el Cementerio Patrimonial de Guayaquil, estéticas.

La Carta Internacional de Morelia relativa a cementerios patrimoniales y arte funerario 2005, define conceptos relativos al patrimonio funerario, así como los problemas que presenta para su conservación. La Declaración de Paysandú sobre patrimonio funerario 2010, indica que el patrimonio funerario “constituye… un espacio privilegiado de la memoria en permanente transformación y recreación de los sentidos que superan concepciones conservacionistas y tradicionales que los conciben como conjuntos estáticos”.

No fue sino hasta 1814 cuando se ordenó la construcción de un cementerio en Guayaquil junto al cerro de San Lázaro. En 1822 el Cabildo decidió que hubiera un nuevo camposanto y se establece el 27 de abril de 1823 como su fecha de inauguración, aunque no fue sino hasta 1825 cuando fue terminado.

La epidemia de fiebre amarilla de 1842 obligó a la ampliación del cementerio al considerarlo pequeño frente a la magnitud de la catástrofe. En 1887 la Municipalidad asumió su administración, que al poco tiempo fue transferida a la Junta de Beneficencia. A finales del siglo XIX, el arquitecto José Joaquín Olmedo De Ycaza fue comisionado para su embellecimiento y entre 1946 y 1973 el arquitecto Héctor Martínez Torres fue designado proyectista y director técnico de sus obras.

El 16 de octubre de 2003 se declaró Patrimonio Cultural a la zona antigua del Cementerio General y el Cementerio de los Extranjeros. Esta se amplió el 2011, cuando se estableció la delimitación hacia los sectores de mayor relevancia y concentración de bienes.

Pese a la implementación de las acciones encaminadas a su conservación, estas no han sido suficientes ya que no existe un plan de manejo y modelo de gestión que permita su sustentabilidad como bien patrimonial.