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Florencio Compte Guerrero | Pongamos que hablo de Guayaquil

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En Guayaquil coexiste la ciudad cosmopolita... y otra ciudad comparable a los barrios más miserables

Es complejo hablar de una ciudad como Santiago de Guayaquil. Si le preguntamos a los guayaquileños, y a quienes sin serlo habitan esta ciudad, de cómo la perciben, las respuestas irían en el sentido de que es una urbe caótica, intensa, conflictiva, compleja, contradictoria y profundamente neurótica.

En Guayaquil coexiste la ciudad cosmopolita donde se puede acceder a todos los servicios que ofrece el mundo moderno, desde las grandes tiendas y cadenas de comidas que se encuentran en Norteamérica o Europa y, por otro lado, otra ciudad comparable a los barrios más miserables y sin servicios de Haití, Camboya o el África subsahariana. Esa dicotomía se expresa en la coexistencia de dos mundos urbanos, dispares, violentos y enfrentados, y en donde quienes pertenecen a cada uno de esos sectores tan disímiles se miran con recelo, desprecio y resignación. Mientras unos viven donde se ha concentrado la obra pública cosmética, casi a manera de maquillaje urbano, los otros sobreviven si tener las condiciones mínimas para una habitabilidad digna.

Es Guayaquil una ciudad que recibe con calidez al visitante pero que también le muestra su cara más hostil y peligrosa, en una pugna constante de tener identidad. Es, al mismo tiempo, la de los ciudadanos amables, alegres y hospitalarios y una de las ciudades más violentas y peligrosas del mundo.

Es también una ciudad de tradiciones y de sólidos valores culturales con colectivos que se empeñan en proponer visiones alternativas y contraculturales de ciudad y ciudadanía, y con autoridades que se niegan a entenderla y a preservarla. Cuna de grandes escritores, músicos y artistas cuya memoria se sigue perdiendo en el olvido y el desinterés.

Pongamos que hablo de Guayaquil: una ciudad pujante, trabajadora, productiva y en permanente construcción, con obras pero sin planificación, donde sus actores se han negado a concebir, hasta ahora, un proyecto común de futuro posible. Una ciudad que aún está en búsqueda de una identidad y que quienes la vivimos día a día la percibimos como neurótica y esquizoide.