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Florencio Compte: ¿Cuál patrimonio arquitectónico de Guayaquil?

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Guayaquil posee un importante patrimonio arquitectónico moderno que se desarrolló desde los inicios de la década de 1930

Antes de hablar de la arquitectura de Guayaquil, de su historia y de su patrimonio, hay necesidad de hacer una precisión: salvo su trazado urbano, no existe en pie nada que nos remita a su pasado colonial, es más, casi nada construido queda de finales del siglo XIX. Y esto tiene una explicación: en más de una ocasión la ciudad fue destruida, particularmente por el fuego, y vuelta a reconstruir, la última vez, luego del Gran Incendio del 5 y 6 de octubre de 1896. Sin embargo, desde ese hecho, hasta la actualidad, sí es posible hacer algunos cortes temporales relacionados con factores económicos, políticos, sociales y culturales con cambios significativos en la arquitectura de la ciudad que determinaron, por ejemplo, que Guayaquil posea un importante patrimonio arquitectónico moderno que se desarrolló desde los inicios de la década de 1930 -a la par de países como Argentina, Brasil, Chile o México- y se consolidó en los setenta.

Este reconocimiento del valor patrimonial de la arquitectura moderna de Guayaquil determinó que en el año 2011 sean declaradas Patrimonio Cultural 221 edificaciones del área central, así como los barrios del Salado y Orellana, que poseen arquitecturas de las décadas cuarenta y cincuenta del siglo pasado, a partir de estudios técnicos realizados por investigadores de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

Este proceso de surgimiento de la arquitectura moderna en Guayaquil hay que entenderlo en la coyuntura de la grave crisis económica de finales de la década de 1920, cuando hubo necesidad de simplificar las formas de las edificaciones, racionalizar los espacios interiores y abaratar los costos de construcción, además de la adecuación a los cambios en la vida cotidiana y los modos de habitar.

Si bien, contemporáneamente, la ciudad ha seguido su expansión, rebasando límites cantonales y configurando un entorno metropolitano, aún es reconocible su riqueza patrimonial, en muchos casos invisibilizada por la ciudadanía y abandonada por quienes deben ser responsables de su preservación.