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Florencio Compte | El proyecto modernizador garciano

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La modernidad católica garciana, sin embargo, fue contradictoria, puesto que impulsó la educación técnica, pero limitó la humanística...

Durante los años de gobierno de García Moreno, a partir de 1860, se afianzaron las relaciones con la Iglesia católica mediante la firma de un Concordato con el Vaticano, orientado a la construcción de una modernidad clerical que establecía fueros especiales que eran controlados por la Iglesia, la libre migración de comunidades religiosas extranjeras y el financiamiento estatal para las misiones. Además, se entregaba la educación a diferentes comunidades religiosas y se establecía que “… la Religión de la República es la Católica, Apostólica, Romana, con exclusión de cualquier otra” y que “… los poderes políticos están obligados a protegerla y hacerla respetar” (Constitución de 1869).

El proyecto modernizador garciano se orientó a la reforma y el desarrollo de las instituciones existentes, poniéndolas en función de su proyecto centralizador.

Con el fin de fortalecer un nuevo tipo de estructura estatal, más sólida y ágil, orientó la vinculación del país con el mercado internacional, vigorizó la institución familiar, modernizó la Policía, las Fuerzas Armadas y el régimen penitenciario, creó escuelas rurales y modernizó los planes de estudio escolares, llevó adelante un gran plan vial y concibió la línea férrea que comunicaría Quito con Guayaquil -unificando de esta manera al país-, además de la reforma del sistema electoral que implementó el sufragio directo.

Por otra parte, estableció que para ser ciudadano se requería ser católico, alfabeto, casado y mayor de veintiún años, además de vetar el derecho de ciudadanía para aquellos que pertenecían a alguna organización prohibida por la Iglesia católica.

La modernidad católica garciana, sin embargo, fue contradictoria, puesto que impulsó la educación técnica, pero limitó la humanística; justificó la implantación del “imperio de la moral” mediante la represión que incluía como práctica los azotes públicos, el fusilamiento y la repatriación; impulsó la modernización del país, pero impuso una ideología estatal reaccionaria y excluyente, además de ampliar la influencia del clero sobre el Estado.