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120 años del Incendio del Carmen

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Este incendio, de gran magnitud, obligó a que la Municipalidad tomara medidas para tratar de minimizar los efectos que ocasionaban esos flagelos...

Probablemente uno de los desastres que más ha estado ligado al desarrollo de Guayaquil, por su frecuencia e impacto, ha sido el fuego, de tal manera que a través de los incendios se pueden establecer puntos de inflexión en los cambios de la configuración física de la ciudad.

El construir casas livianas de madera y caña guadúa con cubiertas de paja facilitó que cualquier tipo de descuido en los fogones de las cocinas generaran incendios que se propagaban rápidamente en la ciudad, los que, debido a la falta de medios adecuados para combatirlos, se convertían en catástrofes de enormes proporciones.

Los incendios eran tan comunes en la ciudad que en sesión del Cabildo Colonial del 5 de enero de 1711 se determinó que fuera San Antonio Abad, cuya fiesta era celebrada cada 17 de enero, quien defendiera a la ciudad de estos eventos, al considerar que este tenía “…el don de ser medianero para este elemento, según se reconoce por los muchos prodigios que en su vida se hallan”.

Uno de ellos fue el que se desató hace 120 años, el 16 de julio, día de Nuestra Señora del Carmen, que duró casi quince horas y destruyó 700 casas en las 26 manzanas que fueron afectadas, ubicadas entre las calles Pichincha y 10 de Agosto hacia la avenida Olmedo, al sur, y la calle García Avilés, al oeste. Como consecuencia de esta catástrofe, se quedaron sin hogar más de 15.000 personas, además de afectar a importante infraestructura administrativa, educativa y productiva de la ciudad al ser destruidas edificaciones como el hospital, la cárcel, la Universidad, el Palacio Episcopal, los colegios La Providencia y Vicente Rocafuerte, las iglesias de San José y San Agustín, entre otros.

Este incendio, de gran magnitud, obligó a que la Municipalidad tomara medidas para tratar de minimizar los efectos que ocasionaban esos flagelos, como la Ordenanza de Construcción y Ornato del año 1905, que contemplaba que las construcciones que fueran realizadas con materiales incombustibles podían tener hasta tres pisos de altura y prohibía que los edificios públicos fueran hechos de materiales combustibles.