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Guayaquil: de mal en peor

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¿La salida va exclusivamente por la represión? Evidentemente que no

El informe sobre las 50 ciudades más violentas del planeta que presenta el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal de México, que incluye a las de más de 300.000 habitantes y deja de lado a las que se encuentren en zonas de guerra, estableció que, en el 2022, 41 se encontraban en Latinoamérica. En esas ciudades la tasa de homicidios fue de 52,11 por cada 100.000 habitantes, diez veces la tasa promedio mundial de 5,36. Entre ellas, Guayaquil ocupó el puesto 24, con un registro de 1.537 asesinatos el año anterior y una tasa de homicidios de 48 por cada 100.000 habitantes.

Tenemos el dramático récord de haber escalado desde la posición 50 en el año 2021 al puesto 24 en apenas un año.

Hasta el momento, en el primer trimestre de este año, se registra un promedio de casi 6 asesinatos diarios en nuestra ciudad. A este paso, ¿con qué tasa cerraremos el año? Según datos de la Policía ecuatoriana, entre el 1 de enero y el 20 de marzo se contabilizaron 1.356 muertes violentas, mientras que en período similar de 2022 hubo 815 casos, lo que supone un incremento del 66,4 %. Con ese ritmo cerraríamos el año 2023 con una tasa de 76 homicidios por cada 100.000 habitantes, lo que haría que nos ubiquemos en el puesto 7 entre las ciudades más violentas del mundo.

Si alguien piensa que el número de homicidios está ligado al tamaño de la ciudad, está equivocado. En Tokio, una de las ciudades más pobladas del mundo, su tasa de homicidios es apenas 0,2 por cada 100.000 habitantes.

Los números indican que vivimos en uno de los entornos más peligrosos del planeta y seguimos empeorando. ¿La salida va exclusivamente por la represión? Evidentemente que no.

El primer y fundamental paso es recuperar la confianza y fortalecer las instituciones públicas. Volver a tener un gobierno, local y nacional, responsable, en el que se pueda confiar. Además de superar las enormes desigualdades sociales, desarrollar programas de inclusión, mejorar el sistema educativo, dar oportunidad a los jóvenes para que abandonen un entorno de violencia; y, principalmente, acabar con la impunidad.