Normalizar lo excepcional

...un país donde lo ‘normal’ es ganar dinero de la manera más fácil, aunque no sea de forma ética; donde el poder se usa para el beneficio personal de quien lo detenta; donde la justicia es administrada discrecionalmente...’.
Salvo decisión contraria del Gobierno, este 15 de diciembre se terminaría el estado de excepción de 45 días que el presidente decretó el 1 de noviembre de este año. En el decreto se indicaba la necesidad de la suspensión del derecho a la libre reunión y asociación “para precautelar el orden y la seguridad interna”, además de la suspensión de los derechos a la inviolabilidad de domicilio e inviolabilidad de correspondencia, ya que “resultan necesarios para prevenir la ocurrencia de nuevos atentados y actos violentos”. Quince días más tarde, y como gran noticia, se anunciaba que el estado de excepción que se había impuesto había logrado que se redujeran en un 45 % los asesinatos en Guayaquil. Nadie duda de que la situación de inseguridad del país requiera adoptar medidas excepcionales, entre ellas las de declaraciones de estado de excepción que limitan las libertades, controlan la privacidad y suspenden ciertas garantías constitucionales, sin embargo, el problema radica en que el estado de excepción se convierta en la norma de un gobierno.
Vivimos en un país donde lo “normal” es ganar dinero de la manera más fácil, aunque no sea de forma ética; donde el poder se usa para el beneficio personal de quien lo detenta; donde la justicia es administrada discrecionalmente y ofertada al mejor postor; donde se busca “ser famoso” a cualquier precio para luego poder venderse y constar en una papeleta electoral. Nos parece excepcional que sea noticia de no haya habido asesinatos en un día determinado. Nos parece normal, y hasta se justifica, que un funcionario público robe, siempre y cuando haga obras o que quienes controlen realmente las prisiones sean los prisioneros y no el Estado. Nos resulta normal vivir con temor y encerrarnos en nuestras casas mientras los delincuentes actúan libremente.
Estamos empezando a normalizar la violencia, la falta de gobierno o a que la gente se tome justicia por mano propia.
¿Qué nos deparará como sociedad cuando estamos asumiendo y aceptamos que lo anormal y lo excepcional sean la norma?