Recordando a Paul Tabori

Lo contrario al estúpido es el sabio, que es aquel que conoce las causas y las soluciones de los problemas
En estos días convulsos e inciertos y con un país sin rumbo, vale la pena recordar al escritor húngaro Paul Tabori, quien en 1959 publicó Historia de la estupidez humana, un tratado sobre la egolatría, la irresponsabilidad, la vanidad, la incapacidad, la torpeza, la fatuidad y el egoísmo del ser humano y, particularmente, de quienes han guiado sus destinos a lo largo de los siglos.
Tabori, en su obra, describe a la estupidez como “el arma más destructiva del hombre, su más devastadora epidemia, su lujo más costoso”.
Contrariamente a lo que se pudiera pensar, un estúpido no es quien nació con alguna deficiencia cognitiva, sino quien, a pesar de tener sus órganos sanos e intacta su capacidad de pensamiento y de raciocinio, no sabe cómo usarlos adecuadamente. En otras palabras, un estúpido es quien hace y dice estupideces.
Lo contrario al estúpido es el sabio, que es aquel que conoce las causas y las soluciones de los problemas, aunque este, raras veces, sea electo para algún cargo público.
Si queremos entender el alcance del significado de la estupidez baste escuchar a nuestros padres de la patria en sus largas, inconexas, atropelladas e inentendibles peroratas o en leer las actas de la tan venida a menos Asamblea. Cierto es que la vacuidad y la necedad no son patrimonio de los políticos ecuatorianos, ya que abundan ejemplos mundiales, desde Corea del Norte a Venezuela, por ejemplo, lo que permite suponer que la estupidez es un atributo que suele acentuarse cuando se mezcla con el ejercicio del poder.
No es nada alentadora, por otro lado, la cada vez más cercana profecía atribuida a santa Marianita de Jesús, quien en el siglo XVII advirtió que no había que preocuparse de que las catástrofes naturales destruyeran este país, ya que de eso se encargarían los malos gobiernos.
No se piense, tampoco, que la estulticia es una característica exclusiva de nuestros asambleístas, también es compartida por algunos jueces, fiscales, ministros, alcaldes, prefectos, concejales, e incluso por quienes se encuentran en las más altas esferas del poder.