El vigía de vía a la costa

De todo esto ¿quiénes son los responsables? Al parecer, nadie’.
Cuenta una leyenda montuvia que el diablo al ver que el árbol de ceibo era grande, frondoso y con muchos frutos, tuvo envidia y decidió darle la vuelta, de manera que a partir de ese momento lo que vemos son sus raíces, ya que su copa quedó bajo la tierra. Según otra, el diablo se molestó cuando al tocar el tronco del árbol las espinas lo lastimaron. Sin embargo, el ceibo fue compensado al permitirse que surgieran hojas y algodón de sus raíces, ahora expuestas hacia el cielo.
El ceibo (Ceiba trichistandra) es un árbol abundante del bosque seco tropical de la zona costera de Ecuador -provincias de Guayas, Manabí y Santa Elena- y aún tiene presencia incluso en los cerros de las zonas urbanas de Guayaquil. Entre ellos, hay uno que se ha convertido en símbolo de uno de los sectores de mayor desarrollo y descuido de la ciudad. A la altura del kilómetro 13 de la vía a la costa, sobre los restos de un cerro ya casi desaparecido, engullido por una de las tantas canteras, está un solitario ceibo que se aferra frágilmente a la poca tierra que le queda. Desde lo alto contempla la vía a la costa cada día más congestionada; cómo ocurren los accidentes de tránsito ante la ausencia total de control; cómo la gente arriesga su vida al intentar cruzar la vía en medio de los automóviles; cómo a lo largo de varios kilómetros no existe un solo espacio público que sea realmente de uso colectivo; cómo se generan los malos olores de las fábricas que contaminan el sector; cómo las redes de agua y alcantarillado están colapsadas; cómo cada día los cerros son destruidos por la canteras que operan sin control y sin ceñirse a las mínimas condiciones técnicas que eviten la contaminación ambiental. De todo esto, ¿quiénes son los responsables? Al parecer, nadie.
Mientras tanto, el vigía sigue contemplando el abandono y la falta de planificación. El día en que deje de resistir el embate de las maquinarias y finalmente sea vencido y caiga, se perderá la esperanza de que todos los proyectos imaginarios que están en los letreros ubicados a lo largo de la vía se hagan algún día realidad.