Casa Grande y Zavala: dos pasiones universitarias

Es bueno tener en la memoria, razones para el afecto y la gratitud
Un privilegio del que disfruto es sentirme universitario. Como corresponde, ello me genera obligaciones y una, mínima, es relievar el esfuerzo cumplido por los que mantienen o mantuvieron, ese espíritu que engrandece la educación, tan maltratada en el Ecuador, aunque, pese a todo, reluciente.
Así estuvo la Universidad Casa Grande el miércoles recién pasado, celebrando los primeros treinta años de su fundación. Al homenajearla, lo hicimos también a Marcia Gilbert de Babra.
Si ser rector de un centro de educación superior es un alto honor, haber fundado uno, además, es contribución trascendente al desarrollo de Guayaquil, del Ecuador, que es justo destacar en toda oportunidad, admirando el esfuerzo que significó sostenerlo ya tres décadas, con todos los vaivenes que produce el innovar, el ser audazmente alternativo, y tener éxito en una sociedad tradicionalmente conservadora. Y éxitos múltiples ha evidenciado Casa Grande. Si por sus frutos los conoceréis, los que puede mostrar Casa Grande son razón de legítimo orgullo que tengo la fortuna de compartir. Ahora, su actual rector, Ernesto Noboa Vallarino, está empeñado en hacerla crecer, ofreciendo nuevas carreras, sin perder las esencias que la distinguen.
Por otra parte, en este mayo de tantos contrastes, celebramos también el centenario del nacimiento de un maestro por antonomasia: Jorge Zavala Baquerizo. Hombre comprometido con las ideas de su tiempo, sin abandonar su cátedra ni la prolífica producción de libros, sobre los múltiples temas que el estudio del Derecho abarca, incursionó con amplio apoyo popular en la política y fue electo vicepresidente de la República. Tuve el honor de acompañarlo en algunos tramos de su campaña y recorrer con él los por entonces todavía polvorientos caminos de la democracia, que decía Raúl Clemente Huerta. En esos tiempos, el Ecuador era pobre pero seguro. Viajábamos sin guardaespaldas con la compañía de un añoso revólver. Había también seguridad jurídica, que la sonora voz, ronca de antiguo profesor, sabía defender con pasión y conocimiento. Reciba mi homenaje su grata memoria.