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Cien vertiginosos días

Avatar del Francisco Huerta

Mucho se queda en el tintero, para lo bueno, lo malo y lo feo pero, queda mucho tiempo para transmitirlo a los amables lectores’. 

Mañana, bien contados, llega el gobierno Lasso-Borrero, a sus cien primeros días de trabajo.

Comenzando por lo malo y lo feo, resumiéndolo: lo malo, y muy triste, fue la pérdida de César Monge, quien evidenciada su enorme vocación de servicio, ejerció como ministro de Gobierno hasta pocos días antes de su prematura muerte. Se lo acusó de no tener manejo político, sin embargo, como prueba en contrario, está el reciente logro de la presidencia de la AME para un militante de CREO. Eso no se consigue de un día para el otro.

En cuanto a lo feo, se ha criticado, y mucho, la cantidad de funcionarios públicos provenientes de la década infame, en ministerios y otros altos y medianos cargos. Se ha justificado la acción señalando que algunos de ellos, y ellas, como decían antes, eran tecnócratas de valor reconocido. La pregunta es: ¿no los tenía en sus filas? En todo caso, algunos han justificado el argumento con la buena calidad de su ejercicio pero, la han opacado por, precisamente, haber vuelto a designar, incluso a burócratas que Moreno había cesado.

Lo relacionado con lo bueno, también sintetizándolo (del inventario minucioso tienen que encargarse los que manejan la comunicación) es imperativo relievar el éxito alcanzado en el cumplimiento de una trascendente promesa de la campaña. Nueve millones de vacunados durante los cien primeros días (pese a los intentos de boicotear el objetivo por parte de los antivacunas y algunos políticos capaces de atentar contra la salud y la vida de sus compatriotas en afán de conseguir sus miserables objetivos), son una buena muestra de la capacidad de gestión administrativa con que se cuenta.

Otro asunto que gustó mucho al soberano es sentir que con talante democrático se ha ejercido la función de gobernar. Diálogo sí, imposiciones no, parecería ser la consigna. Como un clima de libertades respetadas se percibe con facilidad, conviene evitar que se degenere en libertinaje, en irrespeto a la ley. El ejemplo lo ha dado el presidente que respeta la condición de Estado laico que establece una Constitución que no ha querido cambiar todavía.