Dejar un mejor país

Hay que recuperar la búsqueda de una nueva república, hay que superar la comodidad y ponerse manos a la obra’.
Créanmelo o no, a mí me interesa dejarle a mis hijos un país mejor que el recibido de mis padres. Y ese deseo me acompaña desde hace muchos años. Lo destaco para significar que no es una sensación generada por sentir cercano el de fin de vida: a punto de cumplir mis primeros ochenta no anido la menor gana de abandonar este contaminado planeta.
Tengo claro, eso sí, que me queda menos tiempo para lograr el propósito y, tal cual van las cosas, tengo clarísimo también que no voy a poder cumplirlo: esto está cada día peor y la recuperación requerida para avanzar, para progresar, la percibo remota.
No tenemos un proyecto de nación orientado a superar el pasado. ¿Cómo podríamos intentar superarlo si no tenemos claro el país deseado? Y aunque lo tuviésemos diseñado al milímetro: ¿quién lo va a llevar a cabo? ¿Quién se arriesga a realizar el esfuerzo conociendo las dificultades a vencer? Para intentarlo se requiere patriotismo y a su vez, el patriotismo requiere de patriotas, y pareciera que ellos son una especie en extinción.
Los ancestros que nos dieron el Nueve de Octubre de 1820 o el Cinco de Junio de 1895 se extinguieron en las comodidades monetarias heredadas; y no les importó dejar de ser dignos de la herencia cívica de sus antepasados. Con tratar de mantener la herencia económica se dieron por satisfechos y, en muchos casos, ni siquiera eso, pues despilfarraron la fortuna familiar.
Y no se trata de haber perdido el optimismo. Por tenerlo vivo es que me atrevo a escribir estas líneas. Pero las cosas no ocurren como magia. Hay que asumir una actitud de cambio para mejorar, para poder cambiar y mejorar. Y de la actitud pasar a los hechos concretos. Tomar la iniciativa del cambio. No sentarse a esperar que otros se animen a realizarlo porque nos quedaremos esperando de otros lo que los otros esperan de nosotros.
Así, este es un llamado a correr riesgos, a decidirse a apostar por la República. Yo estoy dispuesto a meter todo mi capital político, cualesquiera que sea su cuantía, para intentar cumplir el sueño de entregarle a mis hijos una mejor república que la recibida de mis padres.