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Se va marzo...

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¡Perro mundo! ¡Qué va! Los perros son unos leales y adorables animales, incomparables con los salvajes que se han tomado algunos países

pero la guerra sigue. Se incrementa el número de muertos. Se incrementa la destrucción. Las obras de arte, los patrimonios históricos se ponen a salvo en cajas de banano (fruta que tendrán que dejar de comer por un buen, mal tiempo.) Se incrementan los que dejan Ucrania pero también los que regresan a luchar por ella. Todo su territorio es un campo de batalla, por el norte, por el sur, por el este, hasta por el oeste. Sin embargo, las tropas rusas no han podido tomarse a Kiev. La capital es un bastión todavía inexpugnable. Europa se alarma porque los combates están rozando las fronteras de países miembros de la OTAN. El presidente Biden denuncia el posible uso de armas atómicas. Putin le devuelve la denuncia por vía de su canciller. Se anuncian nuevas mediaciones. Es difícil seguir el ritmo desenfrenado de los acontecimientos.

Oscar Arias, Premio Nobel de la Paz 1987, señala la inutilidad de las conversaciones entre personas o personajes que no tienen poder resolutivo y tienen que suspender los diálogos para pedir instrucciones al dictador. Comienzan las estadísticas macabras y con ellas las mentiras y las exageraciones. Ya se sabe, en la guerra y en la pesca las cifras y los tamaños crecen y se encogen al gusto del narrador. Lo que no tiene dudas es el ataque a blancos que deberían de estar fuera de todo riesgo, como los hospitales. También los niños pero, los niños empiezan a estar entre las bajas. Hasta los periodistas. Asistimos a la estrategia del miedo que paraliza. Se aumentan las sumas de dinero con que los países del vecindario apoyan el esfuerzo y la decisión de Zelenski pero la aviación rusa sigue bombardeando a diestra y siniestra y puede quebrarla. Como ha quebrado la tradición de la gente de izquierda de luchar por la paz. Ocurre que Putin no es de izquierda porque el nazismo no es de izquierda y la ambición por el dinero tampoco. La de la expansión imperialista, esa sí, igual a la de los antiguos monarcas.

¡Perro mundo! ¡Qué va! Los perros son unos leales y adorables animales, incomparables con los salvajes que se han tomado algunos países.