No negar la enorme desigualdad
Ni siquiera la afiliación al IESS garantiza su acceso cuando hace falta atenderla y nadie está seguro de obtener la medicación requerida.
Creo firmemente que el primer paso para curar un mal es aceptar que existe. En cuanto a desigualdad basta comparar el salario básico que bien puede multiplicarse por cien para llegar a la suma que algunos privilegiados ganan. En Europa, cuando el multiplicador es catorce, salvo las excepciones del caso, se hacen correctivos.
En todo caso, negar la desigualdad no la resuelve y permite que la brecha se agrande, constituyendo germen de potenciales tensiones sociales como las recientemente soportadas en el continente.
Por supuesto, y no hay que confundirse, a lo largo del tiempo se viene produciendo un notable incremento de los desarrollos científicos tecnológicos que a determinados segmentos de la población les facilitan un buen nivel de vida, en casi nada comparable con el de las décadas previas. Pero, siendo vertiginoso el avance, precisamente se constituye en muchos casos, en otro factor de desigualdad dada su inaccesibilidad por costos, pues únicamente los grupos de altos ingresos pueden disfrutar de ellos, pagando altos honorarios por su uso aquí o en el extranjero.
Desde otro ángulo, que en el Ecuador existan muchas zonas sin agua potable y alcantarillado revela un enorme atraso que hace sumamente desiguales, de múltiples maneras, a quienes poseen esos servicios y a quienes no. Igual ocurre en cuanto al acceso a una educación de calidad que prepare para el ejercicio de las profesiones del futuro.
Y no se trata, buscando emparejar las situaciones, vale decirlo anticipadamente, de que, por ejemplo, todo el mundo tenga vehículo propio. Si eso fuese posible el caos urbano sería insoportable. Así, la cuestión no es que todos los pobres tengan transporte privado. Lo ideal sería que muchos ricos utilicen el transporte público, situación que por supuesto no va a darse mientras su calidad no mejore sustantivamente.
Igual ocurre con la atención de salud. Ni siquiera la afiliación al IESS garantiza su acceso cuando hace falta atenderla y nadie está seguro de obtener la medicación requerida.
Sin duda, el Ecuador es desigual. En la búsqueda de mayor igualdad se debe partir admitiéndolo.