Pie de los muertos
Tenemos demasiados precedentes de heroísmo y de entrega total a las mejores causas nacionales, como para desviarnos ahora en razón de la corrupción imperante’.
¿Cuántos de los que están vivos deberían conmemorar también como su día el de hoy? Sí, quiero significar que hay vivos que están muertos, porque no poseen razones para vivir. Son como árboles; permanecen inmóviles la mayor parte del tiempo y en ocasiones hasta dan frutos, pero generalmente no.
En el Ecuador de estos días tendríamos que resucitar a esos entes porque hacen mucho daño al país con su ausencia, especialmente, de todo sentimiento cívico. ¡Claro que muchas veces tienen razones válidas para actuar de esa manera! A lo mejor, el Ecuador también podría celebrar hoy como un país muerto. Creo que sería exagerado, pero lo dejo anotado para la reflexión de los ecuatorianos que se sienten muy vivos para estar interesados en la política, pero para su propio beneficio. Ellos son otra especie negativa, parasitaria; una de las más dañinas de la fauna nacional. Se podrá decir que estoy pesimista al escribir de esta manera, sin duda el propósito es inducir a la reflexión.
Más allá del respeto a nuestros seres queridos que cumplieron su ciclo biológico y ya no están con nosotros, creo que es importante que el día de hoy, insisto, hagamos un examen de cuánto le estamos dando al Ecuador. Yo no acepto que la política solo sea para demasiados ecuatorianos un tema para comentar con el mismo entusiasmo -o uno menor- del que se pone para hablar de fútbol. Me aterra que los jóvenes consideren a la política un negocio, y si entran en ella, lo primero que hacen es buscar cómo ganarse unos dólares extras por conseguir una cita con un ministro, o ayudar a un trámite, y de paso pensando que eso es normal. Y claro, como se sabe que muchos lo hacen y no reciben ningún castigo, lo lógico es pensar que sea normal. A partir de ese comportamiento se ha degradado la sociedad nacional hasta pensar que la corrupción es un “acuerdo entre privados”, nada que criticar o perseguir, aunque se esté negociando sobre la base de incrementar los precios de obras públicas, medicamentos, servicios... Por eso es importante castigar. Sin ánimo persecutorio, debemos tener claro que la impunidad es la madre de la corrupción.