Francisco Rosales: ¿Quién ganó el debate?

No interesa y no tiene importancia electoral. Hay excesiva subjetividad en determinar el ganador. Se conocerá el 13 de abril, según los resultados de la segunda vuelta.

Pero quedó de manifiesto la falta de idoneidad de la candidata González para desempeñar la presidencia de la República.

En efecto, fue evidente que actuó con sumisa sujeción al guion que le prepararon sus jefes y asesores. Desde el forzado saludo de inicio, su actuación fue tan artificial, que se desdibujó por completo su personalidad.

Hizo gala de una actitud agresiva, desafiante, sin límites éticos -como referirse a la pequeña hija del presidente o llamarle majadero a Noboa- la burda copia de “Andrés no mientas otra vez”, entre otras manifestaciones, confirman que ella fue actriz y no dueña de su presentación.

Noboa se mantuvo impertérrito ante el envite y echó al traste la estrategia correísta

Los analistas de campañas ya habían señalado como uno de los mayores pasivos de González el no ser líder de su organización, sino alguien que recibe órdenes de quien controla al detalle a su grupo político. Consciente o inconscientemente en el debate se refirió en repetidas ocasiones a “mi gobierno” con referencia a los diez años de Correa.

El debate del domingo 23 confirmó los defectos de su estructura, pues impidió la confrontación de ideas y conceptos y permitió que cada participante ignore la pregunta o exponga generalidades y cifras propias, sin la posibilidad de que el contrincante cuestione o exija precisión.

No es asumible que los autores del esquema hayan sido tan ingenuos como para creer que posibilitaba el enfrentamiento dialéctico. Al contrario, quisieron evitarlo.

Agréguese, finalmente, que la moderadora no cumplió su cometido. Se limitó a leer el guion y a anticipar los minutos y segundos asignados para las preguntas y consecuentes respuestas. Este no es el papel de una moderadora, sino de una presentadora de programas ligeros.